Todos los cardenales juraban observar el acuerdo para el caso de que resultaran elegidos.
Esta tendencia se mantuvo para la mayoría de las siguientes capitulaciones, que en general fueron ignoradas.
[7] Otro historiador papal, Van Dyke, conjetura que para la elección de Sixto IV (en 1471), «todos los Papas desde hace cuarenta años habían firmado y rápidamente roto la capitulación del cónclave».
Aunque cada cardenal se mantuvo poderoso, el Colegio Cardenalicio nunca volvió a tener su antiguo poder como el "senado" de la Iglesia.
[10] En 1996, el Papa Juan Pablo II en su constitución apostólica Universi Dominici Gregis, prohibió la práctica de la ya extinta capitulación junto con el veto papal, otra práctica conclavista que ya había sido eliminada de facto.