Los austriacos se retiraron al bajo Rin y los británicos hicieron lo propio a Hannover, de donde fueron evacuados en algún punto.
[4] A la vez que se desarrollaba la Revolución francesa, crisis políticas simultáneas se estaban gestando en los Países Bajos austríacos, ya que el emperador José II había estado tratando de imponer varias reformas políticas desde 1787, frente a una férrea oposición de la nobleza y el clero conservadores.
[5] El revolucionario Henri Van der Noot había buscando en vano el favor de los tribunales orangistas y británicos en mayo de 1789 para que se llevara a cabo una intervención militar en los Países Bajos meridionales para expulsar a los Habsburgo austríacos.
Sólo Prusia mostró un interés limitado en tal petición, y aunque rechazaba las ideas revolucionarias, encontraba atractiva cualquier posibilidad de debilitar a sus rivales Habsburgo.
[11] Más aún, divisiones al interior de la rebelión brabanzona llevaron pronto a un conflicto entre los estatistas conservadores liderados por Van der Noot y los vonckistas liberales, que fueron expulsados.
Así, las decisiones militares aliadas en la campaña se vieron atenuadas por objetivos políticos provenientes de Viena y Londres.
Comandantes franceses tuvieron que buscar un equilibrio entre mantener la seguridad de la frontera y clamores por la victoria (lo que protegería al régimen en París), por un lado, y la desesperada condición del ejército, por el otro, mientras ellos mismos vivían constantemente bajo sospecha por parte de los representantes.
Este nuevo impulso dio animo a los revolucionarios para abolir definitivamente la monarquía y proclamar al día siguiente la Primera República francesa.
Una segunda división francesa al mando del venezolano Francisco de Miranda maniobró contra los austriacos y los hannoverianos en Bélgica oriental.
El primer ministro británico, William Pitt (el Joven), se comprometió a financiar la formación de la Primera Coalición.
Las tropas neerlandesas retrocedieron hasta la línea del Mosa, abandonando la fortaleza de Breda tras un breve asedio, y el estatúder pidió ayuda al Reino Unido.
Francia enfrentó ataques en varios frentes y casi nadie esperaba que la guerra fuera a durar mucho más.
A comienzos de abril, las potencias aliadas se reunieron en Amberes para acordar su estrategia contra Francia.
El mando del Armée du Nord fue confiado a Adam de Custine, quien había logrado victorias en el Rin en 1792.
[18] Esto llevó a un conflicto con Coburg,[25] quien necesitaba que los ejércitos de ocupación protegieran su flanco acompañando su avance hacia Cambrai.
Las tropas anglo-hannoverianas retrocedieron manteniendo el orden hasta Veurne, donde lograron recuperarse al no haber persecución francesa alguna.
El emperador estaba fuertemente influenciado por su ministro de Asuntos Exteriores, el barón Johann von Thugut, para quien las consideraciones políticas siempre prevalecían sobre los planes militares.
Con el flanco norte provisionalmente estabilizado, Coburg movió tropas hacia el sur para apoyar a Kaunitz, quien renunció prontamente tras ser reemplazado por el Príncipe Heredero.
A pesar de ser inicialmente repelido, Jourdan logró mantener la línea e incluso contraatacó al final del día.
[36] Con avances franceses tanto en el sur como en el norte, los austriacos suspendieron el ataque antes de que hubiera un resultado claro y se retiraron hacia Mont St.
Con su flanco izquierdo nuevamente expuesto, el duque de York lo repelió retirándose a lo largo del río Nethe desde Lierre hasta Duffel, mientras planeaba recuperar Malinas junto con los neerlandeses el día 18.
Dos días después, el duque de York se dio cuenta de que Coburg había ordenado sigilosamente a los austriacos que protegían su flanco izquierdo en Diest retirarse aún más al este, hasta Hasselt, exponiendo así su retaguardia a otro ataque sin siquiera informarle.
Bajo la presión del Reino Unido, el emperador decidió destituir a Coburg, pero su cargo fue ocupado temporalmente por el aún más impopular Clerfayt.
En su ausencia, el Conde von Walmoden, teniente general hannoveriano, se hizo cargo del ejército aliado, mientras que William Harcourt[46]comandaba el contingente británico.
Para este momento los prusianos estaban en conversaciones de paz con los franceses y Austria parecía dispuesta a hacer lo propio.
Aunque William Pitt (el Joven) rechazó airadamente cualquier sugerencia de que se negociara con Francia,la posición británica en la República Neerlandesa parecía cada vez más insegura.
El estatúder Guillermo V, Príncipe de Orange, y sus seguidores habían huido al exilio en Inglaterra ese mismo día.
Algunos historiadores como Alfred Burne (1949) [23] o Richard Glover (2008)[54] han puesto en duda firmemente tal caracterización, y la derrota del duque de York no le impidió ocupar futuros mandos militares, incluyendo un largo mandato como Comandante en jefe del ejército (1795–1809; 1811–1827).
Para Austria y el Imperio, la pérdida de los Países Bajos austríacos habría de tener efectos a largo plazo, en tanto la dominación republicana en esta región ejerció una presión enorme sobre el orden del Sacro Imperio Romano Germánico y constituyó un factor decisivo en su posterior colapso en 1806.
[58]El futuro duque aprovechó estas experiencias durante sus posteriores campañas más exitosas en la India y en la Guerra Peninsular.