Sus bordes, al este y oeste —cinco kilómetros en su parte más ancha— son las lomas de los interfluvios que descienden suavemente hacia el sur —unos siete kilómetros—, a veces tajadas por arroyos, como el de los Cucos o Valdepedroño.
Las precipitaciones, una o dos veces al año en forma de nieve, son relativamente abundantes, aunque desigualmente distribuidas: la media supera los 645 mm, siendo el invierno y la primavera las estaciones más lluviosas.
El relieve, las aguas y el clima juegan un destacado papel en la vegetación, muy modificada por la acción antrópica.
Hoy abundan los árboles de ribera, chopos, alisos o humeiros, sauces y, especialmente, frutales (cerezos, que son los árboles que, con la vid, mejor caracterizan nuestro municipio), además de algunos nogales y castaños.
Los datos más antiguos sobre el poblamiento de Cacabelos se remontan al Paleolítico, como atestiguan los artefactos líticos hallados en las terrazas del Cúa.
Hay que esperar, sin embargo, a la Edad del Bronce y a la Segunda Edad del Hierro para encontrar restos abundantes —objetos metálicos, molinos de barquilla, cerámicas— de la cultura castreña, bien representada por Castro Vizcaíno y, sobre todo por Castro Ventosa, donde tradicionalmente se ha situado la Bergida prerromana que mencionan Floro y Orosio.
[6] Bergido no desapareció con la invasión agarena a comienzos del siglo VIII.
En ese siglo XI también se mencionan Villabuena, donde existe un palacio real, y Pieros, cuya iglesia consagraría en 1086 el obispo Osmundo.
A su lado Quilós, Pieros o Villabuena fueron pequeñas aldeas que juntas apenas superaron los cien vecinos.
Para una atención más especializada, a 8 kilómetros de Cacabelos se encuentra el Hospital del Bierzo.
A partir de esta iniciativa se han establecido lazos con la siguiente localidad: