Por otra parte, la Royal Navy hacía lo propio en sus navíos, montando con éxito sus cañones de 32 libras.
Las cargas eran sacos hechos en tela o pergamino rellenos con doce libras (5,87 kg) de pólvora y por reglamentación y teóricamente, cada pieza debía tener en todo momento 18 de estos cartuchos prestos para su uso.
Luego, el primer artillero de la izquierda introducía la bola y un taco de tela o estopa que impedía que la bola se saliera a causa del balanceo del barco u otra razón.
Una vez cargado, toda la dotación tiraba de los aparejos para arrimar el cañón al portalón.
Entonces, el jefe artillero con un punzón y a través del oído del cañón (un fino agujero que llega a la recámara) pinchaba el cartucho de pólvora y rellenaba el hueco con la pólvora que llevaba en un cuerno.
También se cargaban con metralla, para barrer las cubiertas, o con palancas y cadenas que destrozaban los aparejos.