También otras naciones, incluyendo a Finlandia, Bélgica, Reino Unido y Países Bajos, encargaron el Buffalo para reforzar sus fuerzas aéreas, pero de entre todos los operadores, solo los finlandeses lograron hacer del Buffalo un caza efectivo, utilizándolo en combate con unos resultados excelentes.
Contaba con flaps escindidos de actuación hidráulica; los aterrizadores principales se replegaban hacia dentro para alojarse en el fuselaje.
Los restantes aviones, declarados excedentes (sic), fueron suministrados con la designación B-239 a Finlandia, país que por entonces se hallaba en guerra con la URSS.
Los aviones que se pedían eran versiones para operar con base en tierra, y por tanto carecían de gancho de apontaje y otros equipos específicamente destinados a operaciones desde portaaviones, pero en los demás aspectos eran similares a los F2A-3.
Con justa razón fueron apodados como los ataúdes voladores[5] y resultaron completamente inadecuados para la tarea, y los pocos ejemplares que sobrevivieron a la invasión japonesa combatieron junto al grupo de voluntarios americanos (AVG) que operaba en Birmania.
Los británicos intentaron aligerar sus Buffalo, retirando munición y combustible e instalando armamento más ligero, pero había poca diferencia.
[5] Cuando las primeras oleadas de aviones japoneses llegaron a Midway y empezaron su ataque, fueron recibidos por inexpertos aviadores norteamericanos volando unos 28 anticuados Buffalo que actuaban como paraguas defensivo.