Botijo gallo o botijo de gallo, es una variedad de la botijería española y portuguesa con presencia en otras zonas del Mediterráneo, producida en diferentes focos alfareros y con ligeras variantes decorativas y formales, aunque siempre determinada por la representación zoomorfa de la cabeza del gallo, por lo general en el pitorro de la pieza.
[1] Entre los centros tradicionales de producción del ‘botijo gallo’ pueden destacarse por ejemplo: en Andalucía los alfares de Granada y su provincia 8en especial en Guadix,[1] los de Aracena y Campofrío en Huelva;[2] los focos extremeños de alfarería de basto, como Salvatierra y Plasencia, las piezas de loza decorada de Puente del Arzobispo y Talavera, ambas en (Toledo); los tradicionales de Cuenca; los diseños turísticos de Faro, en Asturias; los botijos de arcilla blanca de Agost, en el Levante español; y en Galicia, la variante elaborada en Buño (Malpica de Bergantiños, La Coruña),[3] en síntesis con el botijo de rosca.
[4] Fuera del territorio español, hay que mencionar los de Évora, en Portugal, y los modelos norteafricanos de Argelia y el Rif magrebí.
[5] El botijo de gallo es una pieza ampliamente representada en museos españoles monográficos de botijería nacional e internacional, como el de Toral de los Guzmanes o el de Argentona, así como en instituciones específicas relacionadas como el de Chinchilla de Montearagón,[6] o el Museo Internacional de Arte Popular del Mundo (ambos en la provincia de Albacete);[7] pudiendo encontrarse también en catálogos de grandes museos como el MAN o el Museo Nacional de Artes Decorativas, ambos en Madrid, y el Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí en Valencia.
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