Está frase se vincula al concepto colonialista alemán contemporáneo de Lebensraum, la creencia de que el pueblo alemán debía expandirse por Europa del Este, conquistando y desplazando a la población eslava y báltica nativa a través del Generalplan Ost.La expresión se acuñó a finales del siglo XIX, en parte, apoyada por el racialismo y romanticismo nacional.Este nacionalismo romántico produjo una literatura regional, con alguna crítica social,[1] que fue la concepción generalizada hasta el ascenso de los nazis.La imagen fue retomada por August Winnig en un texto de 1926 titulado Liberación y en el libro Das Reich als Republik (1928), cada vez al inicio de la misma frase: «La sangre y el suelo son el destino del pueblo alemán».En 1930, escribió un libro titulado Neuadel aus Blut und Boden (Una nueva aristocracia basada en la sangre y el suelo), en el cual proponía un programa de eugenesia sistémica, bajo el argumento que la crianza era la panacea para todos los problemas del Estado.