Inscripción de Behistún

Fue ordenada inscribir por Darío I de Persia en algún momento posterior a su acceso al trono del Imperio persa en 522 a. C. y antes de su muerte en 486 a. C. La inscripción incluye tres versiones del mismo texto, en tres lenguas diferentes, empleando escritura cuneiforme: persa antiguo, elamita y babilonio.

Se cree que Darío la situó en dicha zona para evitar expoliaciones enemigas futuras, manteniéndose así en la ubicación original durante la historia, perpetuando así su legado a las generaciones venideras y que todas fuesen conocedoras de él.

Su acceso es muy complicado, ya que, después de su finalización, las laderas fueron eliminadas para hacer la inscripción más perdurable.

Tras muchos años y ya con media montaña suprimida, Farhad encontró agua, pero Cosroes le informó que Shirin había muerto.

No fue hasta 1598, cuando el inglés Robert Shirley la vio durante una misión diplomática en Persia en nombre de Austria, la cual era un petición del sah Abás El Grande que requería modernizar y entrenar a su ejército a semejanza del británico.

A pesar de su inaccesibilidad, Rawlinson consiguió escalar el acantilado y copiar la inscripción en persa antiguo.

La versión en lengua elamita se encontraba al borde de un abismo, y la versión en lengua babilonia estaba cuatro metros más abajo; ambas estaban lejos de ser fácilmente alcanzables y se dejaron para ulteriores intentos.

Emparejando los nombres y los caracteres, Rawlinson pudo descifrar en 1838 la forma cuneiforme usada por el persa antiguo.

Se cree que Darío quiso situar la inscripción en un lugar inaccesible para mantenerla a salvo de modificaciones.

El monumento sufrió algunos daños en la Segunda Guerra Mundial porque los soldados británicos lo usaban para prácticas de tiro.

Columna 1 (DB I 1-15), boceto de Fr. Spiegel (1881)
Textos cuneiformes de la inscripción de Behistún