La naturaleza poco demandante de sus deberes clericales le dejaron tiempo más que suficiente para seguir su interés en lenguas arcaicas.
Pero su atención nunca se habría concentrado en el campo relativamente nuevo de la asiriología si no fuera por un afortunado descubrimiento hecho en 1842.
Tres hombres jugarían un rol decisivo en el desciframiento de esta escritura: Hincks, Rawlinson y un joven becario alemán llamado Jules Oppert.
Hincks dedujo correctamente que la escritura cuneiforme había sido inventada por una de las civilizaciones más antiguas de Mesopotamia (un pueblo identificado más tarde por Oppert como los sumerios), quienes la legaron a los estados venideros como Babilonia, Asiria y Elam.
Pero no todos estaban convencidos de los planteamientos hechos por el irlandés y sus distinguidos colegas.
En 1857, el versátil inglés orientalista William Henry Fox Talbot sugirió que se le diera para descifrar textos cuneiformes a distintos asiriólogos para traducir.
Si, al trabajar independientemente unos de otros, llegaban a traducciones similares, ello disiparía las dudas sobre sus planteamientos.