Bernabé Aráoz

Desde joven se alistó en las milicias, y apoyó la Revolución de Mayo desde puestos secundarios.

Los españoles no pudieron jamás volver a invadir el territorio argentino tan al sur, ni gozaron de gran superioridad militar ante los criollos.

Cuando ese mismo ejército regresó derrotado del Alto Perú, formó varios otros regimientos, esta vez bajo las órdenes de San Martín, y ayudó en la construcción de la fortaleza defensiva junto a la ciudad, llamada La Ciudadela.

El gobernador salteño Güemes tuvo que hacer frente exclusivamente con sus fuerzas locales a las invasiones realistas.

Por su parte, Belgrano acusaba a Aráoz de obstaculizar permanentemente el auxilio que necesitaban las tropas.

Aráoz era un jefe astuto, poco dado a enfrentar los conflictos que pudiera evitar, pero decidido cuando no se le daba opción.

Un congreso elegido especialmente promulgó una Constitución para la República de Tucumán, una respuesta regional al problema del país anarquizado.

El nombre de república no significaba (en ese entonces) más que "estado", en su sentido local o nacional, indistintamente.

Aráoz intentó aplastar esa revuelta, pero no solo fracasó, sino que se ganó la enemistad del gobernador de Salta, Güemes.

Un ejército de salteños y santiagueños se dirigió sobre la capital, intimando a Aráoz su renuncia al mando.

Unos días después, los realistas hacían su último avance hasta Salta, causando la muerte de Güemes.

Aráoz regresó al gobierno por dos semanas, pero fue expulsado nuevamente, para luego conquistar el poder por dos veces más, ambas durante unos pocos días.

En octubre de 1822 volvió al gobierno por última vez, y logró mantenerse casi un año.