Federico II decidió que era mejor adelantarse a una probable ofensiva austriaca y el 12 de julio invadió Bohemia.
Tras poner cerco a Praga, mal defendida por la milicia local y escasas tropas, ésta se rindió incondicionalmente el 16 de septiembre.
Durante las semanas siguientes, Federico II buscó con afán una batalla contra los ejércitos austriacos mandados por el Archiduque Carlos de Lorena (cuñado de la Emperatriz María Teresa) y el Mariscal Traun que cerrase victoriosamente la campaña.
Para colmo, Sajonia había entrado en guerra contra Prusia, haciendo aún más difícil la posición estratégica de Federico con un nuevo enemigo a sus espaldas.
En rápida sucesión cayeron Tabor, Budweis y Frauenberg en manos austriacas con la pérdida de unos 3.000 hombres.
Cada vez resultaba más evidente que la lucha para Austria se centraba en la recuperación de Silesia.
Federico decidió permanecer a la defensiva y que fueran los austriacos quienes se internasen en su provincia perdida.
Coraceros, dragones y húsares prusianos se entremezclaron con la caballería enemiga, que terminó huyendo.
Volverse contra los austriacos exigía, no obstante, hacer maniobrar al ejército de forma delicada.