Tras esas primeras palabras el papa muestra su alegría y agradecimiento al comprobar la unidad de todos en la oración y acción de gracias por su ordenación.
Aprovecha así la oportunidad para hacer partícipes a todos los fieles de los beneficios divinos convoca -tal como hizo León XIII- un Año Santo extraordinario en forma de Jubileo.
No obstante cuando la distancia lo dificulte pueden realizar esas visitas, con autorización del confesor, a una parroquia u oratorio público donde habitualmente se celebre la misa.
Tanto en Roma como fuera de Roma, si las visitas se hacen en procesión guiados por un sacerdote designado poe el Ordinario, este puede reducir el número de visitas.
Los confesores podrán dispensar a los fieles de algunas de estas obras, sustituyéndolas por otras, si hay una causa justa que le impide realizar las obras previstas.