Por otro lado señalan que muchas actividades sociales han sido atribuidas al género masculino y asumidas así por los investigadores sin que en ningún caso hayan sido demostradas analíticamente.El primer aspecto hace referencia a la idea de que, aunque casi todos los individuos poseen desde su nacimiento un sexo biológico (generalmente sexo masculino o femenino, pero también intersexo), no hay nada de natural en el género que es, de hecho, una construcción social que varía según las culturas y los periodos.[3] Las pioneras fueron escandinavas y anglosajonas que compartieron experiencias e inivestigaciones en diversos foros.[4] Culmina en 1979 en la puesta en marcha de un taller titulado « Were they all men ?No obstante, las conclusiones extraídas de estos trabajos efectuados por arqueólogos occidentales estarían igualmente sesgados por sus influencias culturales y concepciones del sexo, de la biología y del ADN.Por ejemplo, los estudios de género han analizado a menudo las sociedades desde el prisma macho/hembra (Gilchrist 1991, Leick 2003).No obstante, recientes trabajos sobre el terreno, han cuestionado esta dicotomía masculino-femenino ampliando las categorías para incluir un tercero o cuarto género en ciertas sociedades no-occidentales (Herdt 1994, Hollimon 1997).Otros estudios sobre la cultura material amplían igualmente en la actualidad su marco de investigación incluyendo los objetos, las actividades y la organización espacial en el paisaje (Nelson, 1997).