[1] En 1991, dos publicaciones marcaron el surgimiento de la arqueología feminista a gran escala: el volumen editado Engendering Archaeology,[2] que se centró en las mujeres en la prehistoria, y un número temático de la revista Historical Archaeology,[3] que se centró en las mujeres y género en la América postcolombina.Mientras tanto, las mujeres se quedaron en casa y criaron a los jóvenes.Adrienne Zihlman, al rastrear los logros evolutivos atribuidos a los hombres como cazadores, señaló que las actividades de reunión de mujeres podrían explicar más fácilmente estas adaptaciones.El género es actualmente un tema común de estudio en arqueología entre las no feministas.Se han trazado paralelismos entre la arqueología feminista y la arqueología indígena, centrándose en cómo las dos trabajan para romper el monopolio masculino, blanco, de clase media y occidental para acceder al conocimiento sobre el pasado.[23] Este tipo de trabajo ayuda a descentralizar la posición privilegiada del conocimiento occidental sin eliminar su relevancia.Además, los arqueólogos feministas se han involucrado en el uso de la ficción para ayudar a acceder al pasado.[15] En la arqueología histórica, se ha explorado cada vez más el vínculo entre género, raza y clase, pero también se han examinado otros aspectos de la identidad, especialmente la sexualidad, en relación con el género.Aunque muchos de esos estudios se han centrado en las mujeres blancas de clase media del pasado angloamericano reciente,[30] la articulación del género con otros aspectos de la identidad comienza a aplicarse a las mujeres nativas americanas[31][32] y afroamericanas.[34] El uso del trabajo feminista negro, que llama la atención sobre la conectividad inherente entre género y clase en los EE.[36] Los estudios arqueológicos de sitios domésticos se han visto particularmente afectados por el trabajo feminista en curso.[38] Al relacionarse con literatura doméstica más amplia, los arqueólogos han comenzado a reconceptualizar unidades analíticas autónomas, consideradas desde hace mucho tiempo, como espacios políticos, ocupados por actores sociales que ocupan diferentes posiciones sociales en función del género, raza, edad, ocupación, nivel socioeconómico, etc.[39] Además, diferenciar en el registro arqueológico espacios femeninos y masculinos basándonos en los actuales esquemas de distribución de estructuras y en los actuales roles de género, supone un ejercicio yermo que puede conducir al historiador a conclusiones equivocadas.Esta área de estudio en general, sin embargo, permanece relativamente inexplorada.