Según Juan Gustavo Cobo Borda, en un Boletín Cultural y Bibliográfico, publicado por el Banco de la República en el año 1979 dice que: Hernando Téllez, en uno de sus "Espejo de los días", fechado en 1935, ha descrito la forma como trabajaba Solano: "Teniendo frente a este amigo (Pedro Blanco Soto) y a otros cuantos, Solano en "El Diario Nacional" comenzaba a escribir.
Echaba casi medio cuerpo sobre las cuartillas, pues su deficiencia óptica lo obligaba a tomar esa postura que siempre encontraba muy incómoda.
Parecía así que a Solano no le quedara otra faena, al escribir, que la fácil y sencilla de ir ensamblando uno tras otro los vocablos que se le presentaban con su mejor y más límpido ropaje, pues durante el ejercicio de ella iba soltando esas frases al sesgo en las cuales revoloteaba como un abejorro su delicioso humor urticante"[5] Solano siempre con cada una de sus frases transmitía el aire de Paipa.
[4] Además, era considerado el novelista más fluido y divertido de su generación, se le daba de manera muy fácil y hermosa el escribir, sin preocupaciones, ni dificultades.
Según Cobo Borda (1972), en 1952, cuando junto con Próspero Morales Pradilla, preparaba Solano una selección de sus escritos, selección que habría de desaparecer en el incendio de El Tiempo, seguramente debió preguntarse qué significaba tal balance: "Nada tan inútil como escribir para los periódicos: un olvido, casi siempre justo, arrasa todas esas páginas escritas con premura.
Y en los pocos casos en que una idea subsiste, y llega a incidir en eso que llaman opinión pública, la idea, diluida, vuelta lugar común, ya no es de nadie: el anonimato le quita carácter".
Entre su generación, una generación de sombras, y la que le sigue, un reflejo de aquellas sombras, Solano perdura no por lo que pensó, o dijo, sino porque a través suyo la tierra boyacense alcanza su definición más precisa.
Osorio Lizarazo (01-04-1945) hace una entrevista a Armando, en dónde le pregunta acerca de su vida, llamada la publicación como Angustia y Esperanza del País.