Este género está compuesto por cinco especies endémicas de Nueva Zelanda.
[1][2] Son aves no voladoras pequeñas, aproximadamente del tamaño de una gallina (25-45cm).
Antes de la llegada del ser humano, alrededor del año 1300, en Nueva Zelanda los únicos mamíferos eran los murciélagos, y los nichos ecológicos que en otras partes del mundo ocupan animales tan diversos como los caballos, los lobos y los ratones los utilizaron en Nueva Zelanda las aves (y, en menor proporción, ciertas especies de reptiles).
Su adaptación a la vida terrestre es extensiva: como todas las ratites, no tienen quilla en el esternón para anclar los músculos de las alas, y casi tampoco alas: los vestigios son tan pequeños que son invisibles bajo su plumaje, el cual carece de rémiges y timoneras.
Los kiwis son criaturas tímidas y nocturnas con un sentido del olfato muy desarrollado merced a la existencia de verdaderos bigotes en torno al pico; tales bigotes son eficaces órganos olfativos.
Son omnívoros; para alimentarse, incrustan el pico en el suelo en busca de lombrices, insectos y otros invertebrados.
Los machos se encargan de empollar los huevos (huevos que son los más grandes en relación con las proporciones del animal adulto y pueden llegar a medir 140 mm de largo x 90 mm de diámetro), efectuándose la puesta durante diez semanas en nidos subterráneos semejantes a madrigueras, sin embargo ninguno de los progenitores se dedica a alimentar a las crías las cuales son nidífugas (apenas tienen lo suficientemente desarrollado el cuerpo salen del nido para alimentarse por cuenta propia).
Los atropellos de vehículos a motor son una amenaza para todos los kiwis allí donde las carreteras atraviesan su hábitat.
[21] Durante la Primera Guerra Mundial, era muy habitual que a los soldados neozelandeses se les llamara "kiwis" y se dibujó la silueta de un kiwi gigante en la ladera de una colina junto al Campo Sling en Inglaterra.