El primer trabajo documentado son precisamente los dos grandes cuadros destinados al crucero de la iglesia de San Felipe el Real de Madrid que tenía contratados Meléndez y que no llegó a iniciar al sobrevenirle la muerte: San Agustín conjurando la plaga de la langosta, conservado en los almacenes del Museo del Prado, y el Entierro del señor de Orgaz, perdido.
Descritos los estudios preliminares por Sánchez Cantón como «dos lienzos barrocos, impregnados de esencias de la escuela madrileña» y buen ejemplo de cómo esta «mantenía sus bríos después de mediar el reinado de Felipe V»,[2] los lienzos definitivos, a juzgar por el único conservado, se ajustaron fielmente al espíritu barroco de los originales, aunque en contacto con Jean Ranc y Louis Michel van Loo, con los que colaboró, como luego con Mengs, Calleja fue capaz de asimilar también las nuevas corrientes importadas de Francia como se pondrá de manifiesto en buena parte de su obra posterior.
Escasamente valorados por su propia naturaleza, son pocos los cartones de Calleja que se conservan, aunque debió de pintarlos en gran número; así, cuando el cardenal Lorenzana solicitó ayuda a Carlos III para crear una academia de pintura en Toledo, se le remitieron setenta y nueve cartones de la Real Fábrica, de los que solo restan seis en dependencias de la catedral de Toledo.
[7] Cuatro cartones procedentes de la colección real son propiedad del Museo del Prado pero se encuentran depositados en otras instituciones.
[8] Además de estos cartones hay que tener en cuenta los trece realizados para la Pieza de Café del Palacio del Pardo que permanecerán en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, según consta en los inventarios realizados por Cornelio Van der Gotten en 1782 y por Livinio Stuyck.