[2] Casi todos los metales pueden formar amalgamas con el mercurio, siendo las excepciones notables el hierro, el platino, el tungsteno y el tantalio.
La odontología ha utilizado mezclas de mercurio con metales como la plata, el cobre, el indio, el estaño y el zinc.
[3] Las amalgamas pueden ser: Todas son blancas, brillantes y susceptibles de cristalizar.
Expuestas al aire, las formadas por metales oxidables se alteran con prontitud; el calor las descompone a todas volatilizando el mercurio, el cual puede inducir envenenamiento por mercurio en la mayoría de los seres vivos.
Esta amalgama se utiliza como reactivo para reducir compuestos, como la reducción de iminas a aminas.
Como alternativa más respetuosa con el medio ambiente, a menudo se pueden utilizar hidruros u otros agentes reductores para lograr el mismo resultado sintético.
Una vez extraído todo el metal práctico del mineral, el mercurio se vertía por una larga canaleta de cobre, que formaba una fina capa de mercurio en el exterior.
La odontología ha utilizado aleaciones de mercurio con metales como la plata, el cobre, el indio, el estaño y el zinc.
La amalgama posee una mayor longevidad en comparación con otros materiales de restauración directa, como el composite.
Sin embargo, esta diferencia ha disminuido con el continuo desarrollo de las resinas compuestas.
La amalgama que se formaba era una pesada masa sólida de color gris apagado.
Al raspar periódicamente la placa y volver a mercurizarla se obtenía amalgama para su posterior procesamiento.
En la actualidad, la amalgama de mercurio ha sido sustituida por otros métodos para recuperar el oro y la plata del mineral en los países desarrollados.