Alonso de Contreras

Se convirtió en uno de los primeros corsarios europeos en aprovechar la victoria en la batalla de Lepanto para golpear con impunidad en las aguas del imperio otomano,[2]​ y posteriormente amplió sus operaciones al Atlántico, donde derrotó a una flota del corsario inglés Walter Raleigh.

Lo hizo bajo el apellido de su abuela materna en vez del paterno para no ser identificado.

Al final se casó en 1606 en Sicilia con la viuda, española, de un oidor, pero la mató en 1608, junto con un amigo suyo con el que le era infiel.

Fue identificado por soldados enemigos, que descubrieron la espada que llevaba oculta en un falso bordón, y se le encarceló en la Borgoña, aunque sus cartas de recomendación le pusieron en libertad.

Contreras disfrazó su flotilla como si fueran barcos mercantes y cañoneó al inglés cuando éste se acercó, poniéndole en fuga y matando en la batalla al hijo homónimo del pirata.

Saliendo de Cádiz consiguieron pasar el bloqueo naval en la oscuridad y socorrer a los sitiados en La Mamora con lo cual se salvó la situación.

Este lance lo relata en el capítulo 14 de su autobiografía, donde alude a los famosos corsarios de Salé, que no eran otra gente que hornacheros desterrados por Gregorio López Madera.

Como era preceptivo y habitual en las ocasiones en que se buscaba promoción, escribió varios memoriales relatando sus servicios.

El manuscrito original se encuentra hoy en la Biblioteca Nacional de Madrid.

El manuscrito original se encuentra hoy en la Biblioteca Nacional de Madrid.

Después se han hecho varias ediciones con prólogos y comentarios de diversos autores.

Cuando despierta, se encuentra en el siglo XX, perseguido en esta ocasión por un periodista.

Especialmente este último, con quien mi deuda es tanta que no dudé a la hora de hacerlo compañero de armas, viejo camarada y amigo personal del capitán Alatriste (...)».

Placa en la plazuela de San Ginés de Madrid que recuerda que allí vivió Alonso de Contreras.
La erupción del Vesubio de 1631.
Primera página del Derrotero universal... de Alonso de Contreras.