Marcel Proust la usó como modelo para la princesa de Luxemburgo, en su obra En busca del tiempo perdido.
Sus padres se hicieron habituales el la corte de los emperadores Napoleón III y Eugenia, quienes fueron sus padrinos.
El príncipe, cuya primera esposa había sido una hija de un duque escocés, era un oceanógrafo.
La cortesana Carolina Otero, La Bella Otero, que había sido un amante esporádica del Príncipe entre 1893 y 1897, recordó al príncipe con cariño en sus memorias, aunque afirmó que él no era un hombre viril y padecía dificultades de erección.
A la muerte del Príncipe, 20 años más tarde, Alice se convirtió en la princesa viuda de Mónaco.