Cuando llega a Tonalá, Jalisco en mayo de 1918 toda su familia cercana ya habrá muerto.
Ahí conocerá a Pío Cortés y familia, quienes lo acompañarán en sus diferentes encomiendas por los pueblos de Jalisco, e incluso al exilio en el extranjero.
[2] Con audacia, Placencia escribe acerca de su niño en el poema "Ad Altare" (La franca inmensidad, 1959) y lo dedica "Para mi hijo Jaime, con devota ternura".
Algunos autores han señalado que probablemente estuviera inclinado al alcohol,[4] aunque otros lo desmienten totalmente.
[5] En treinta años de sacerdocio, pasó por casi veinte pueblos, con dos estancias en California y otra en El Salvador.
Quien acertó a ponerte en ese estado Su poesía tiene «una llaneza coloquial, un tono de conversación desesperada con Dios y con los hombres.