[2] Se envejecía en barricas en Ávila, una región más fría, y existía un refrán que decía: "Vino de San Martín encerrado en Ávila vale más que un florín".
[2] Hace una descripción de la vid que se corresponde muy bien con la cepa plantada en San Martín de Valdeiglesias y Cebreros:[2] Benito Pérez Galdos, en su novela Fortunata y Jacinta, pone en boca del anglófilo Moreno lo siguiente: "Moreno, extremando sus antipatías, sostenía que en España no hay más que tres cosas buenas: la Guardia Civil, las uvas de albillo y el Museo del Prado", Eduardo Abela (1885), describió a esta vid de la siguiente forma:[2] Simón de Rojas Clemente y Rubio (1807) argumentó que la albillo no era una variedad sino una familia de variedades:[2] Sobre las características ampelográficas, para Clemente la descripción general de la familia albillo cuenta con:[2] Clemente escribió varias veces sobre la cepa albillo castellano, que pudiera ser la albillo de Madrid o la albillo mayor, frecuente la DO Ribera del Duero.
Está autorizada en Cantabria, Castilla-La Mancha (pardillo o marisancho) y en Galicia.
Otras denominaciones en las que se cultiva son: Almansa, casi todas las de Canarias, Manchuela, Ribera del Duero (allí es el único varietal blanco autorizado), Arlanza, La Rioja, Toro y Chacolí de Vizcaya.
Como contraputo, destaca su baja acidez y su tendencia a oxidarse en botella, por lo que se recomienda su consumo en enero y junio, que es cuando la uva tiene su mejor momento.