El dicho «aquellos a los que aman los dioses mueren jóvenes» procede de esta historia.
Usando la entrada secreta, fueron robando paulatinamente la fortuna que contenía la cámara.
Agamedes quedó atrapado en ella, y Trofonio le cortó la cabeza y se la llevó para que no lo torturaran ni supieran de quién era el cuerpo que había caído en el lazo.
Trofonio huyó entonces a la cueva de Lebadea, y desapareció para siempre en el lugar donde había una grieta llamada de Agamedes y, junto a ella, una estela.
[8] Heródoto cuenta una historia casi idéntica, pero referente al tesoro del rey Rampsinitos de Egipto.