Abel Rodríguez

Vivió en Buenos Aires y Montevideo, donde se hizo amigo del pintor santafesino Gustavo Cochet (1894-1979).

[2]​ cuya dirección compartió con Domingo Fontanarrosa, y donde también colaboraba Antonio Robertaccio, luego director de La Tribuna.

En el domicilio rosarino les informaron que allí no se alojaba ninguna tal.

Apenas abierta la mañana, se asoma Agustín, sin temor a las olas que arrastran palabras por los desiertos del sentido.

Cuenta la historia, que como todo cuento pinta los hechos con los colores del mito, que cien años atrás dos jóvenes anarquistas, obreros y sensibles compartieron amistad con la bohemia y la intelectualidad local en un “clan” de próceres de rebeliones ínfimas.

Además de estos dos, Aguilar, Caggiano, Cochet, Minturn Zerva, Lenzoni, Ouvrard, Sartori.

Parecieran sólo hombres que, como a todos, el corazón les latió en un lugar imposible.

El segundo le prestó su imagen española al amigo para que, con el mármol, forjara la estatua del sumo poeta italiano.

Ahora, las tormentas que tengo para contarle, como caballeros, serán desatadas en la intimidad de una mañana del Boulevard Oroño.