Los descontentos con los omeyas se unieron a la rebelión, entre los que destacaban los eruditos religiosos denominados qurrāʾ («lectores del Corán»).
En la subsiguiente batalla de Dayr al-Yamayim, Ibn Yusuf y sus tropas levantinas debelaron al ejército rebelde.
La mayoría cayó en manos del gobernador de Jorasán, y el propio Ibn al-Ashaz escapó a Zabulistán.
[3][4][5] Su padre, Muhammad, era mucho menos notable: sirvió sin distinción en calidad de gobernador de Tabaristán, y durante la Segunda Fitna apoyó a Ibn al-Zubair; pereció en el 686/7, en la campaña en la que al-Mujtar resultó derrocado.
[2] Abderramán tenía cuatro hermanos: Ishaq, Qasim, Sabbah e Ismaíl; los tres primeros también combatieron en las campañas de Tabaristán.
[2] Abd al-Malik nombró al leal y capaz Al-Hayyach ibn Yúsuf gobernador de Irak en 694, cargo crucial dada la hostilidad del territorio hacia los omeyas.
En 697, amplió su autoridad a toda la zona oriental del califato, incluidos Jorasán y Sistán.
Aunque el grupo rebelde no era numeroso, tenía un jefe hábil en tácticas y venció varias veces a las fuerzas omeyas.
Al-Ashaz lo persiguió, acompañado por el general al-Yazl Uthman ibn Saíd, su consejero, pero adoptó una estrategia cauta para evitar las celadas.
Allí se escondió hasta que Ibn Yusuf le concedió el perdón.
¡Cómo me gustaría decapitarlo!»— llegaron a oídos de aquel e hicieron que la antipatía se tornase en odio.
[2][11][13] Ibn Yusuf reaccionó despachando un ejército iraquí al este contra el Zunbil.
Rechazó una oferta de paz que le hizo el Zunbil y —a diferencia del asalto directo que había llevado a cabo su predecesor en la guerra contra el señor de Zabulistán— emprendió el sometimiento sistemático de las llanuras que rodeaban el corazón montañoso del reino del Zunbl: se fue apoderando de pueblos y fortalezas lenta y metódicamente, dejando en ellos guarniciones que se comunicaban mediante mensajeros.
Tras concluir esta tarea, se retiró a Bust para pasar el invierno del 699/700.
[15] Al-Ashaz informó a Ibn Yusuf del alto en las operaciones, a lo que este respondió con una serie de mensajes arrogantes y ofensivos en los que le ordenaba penetrar en el corazón de Zabulistán y combatir al enemigo hasta la muerte, según Veccia Vaglieri.
[15][18] Los estudiosos modernos han analizado detenidamente las causas de la rebelión y presentado diversas teorías para justificarla.
[15] Por otra parte, Hawting resalta que esto no basta para justificar la revuelta por meras motivaciones tribales: si el movimiento de Ibn al-Ashaz lo dirigían fundamentalmente yemeníes era porque predominaban en Kufa, y aunque Ibn Yusuf era norteño, su principal lugarteniente era sureño.
Debido a la gran interacción entre religión y política en la primera sociedad musulmana, este elemento religioso pronto predominó; ese cambio se plasmó en el diferente juramento que hicieron las tropas al comienzo del levantamiento y el que llevaron a cabo luego en Istajr, en Fars.
[22] Al recibir la noticia del alzamiento, Ibn Yusuf pidió refuerzos al califa, pero no pudo detener el avance del ejército enemigo, compuesto por treinta y tres mil jinetes y ciento veinte mil peones.
Durante el mes siguiente se libraron una serie de escaramuzas, que generalmente acabaron con victoria rebelde.
[15][24] Su lugarteniente en Basora, el hachemita Abderramán ibn Abás, no pudo sostenerse en ella, puesto que la población abrió las puertas al enemigo a cambio del perdón a los pocos días de apareciese ante ella.
La caballería enemiga lo hostigó, pero no le impidió llegar a los alrededores de la ciudad y plantar sus reales en Dair Qurra, en la orilla derecha del Éufrates, para asegurar las comunicaciones con Siria.
Ibn Yusuf se hallaba en una situación apurada: pese a los refuerzos que le llegaban constantemente del Levante, su ejército era considerablemente más pequeño que el de los rebeldes, y era difícil de abastecer.
[27][31] Allí su propio representante (ʿāmil) le negó la entrada a Zaranj y fue detenido por el de Bust.
Como se acercaba un ejército omeya al mando de Umara ibn al-Tamim, la mayoría de sus seguidores le apremiaron a marchar al Jorasán, donde esperaban obtener refuerzos y resistir las acometidas del enemigo hasta que falleciesen Ibn Yusuf o el califa Abd al-Malik y cambiase la situación política.
[27][32] La mayoría de los rebeldes, empero, permanecieron en Jorasán y escogieron por jefe a Abderramán ibn Abás.
Otra, más extendida, afirma que fue encerrado en un castillo remoto en Aracosia para ser entregado a Ibn Yusuf, encadenado al alcaide de la fortaleza, y que se suicidó lanzándose al vacío, arrastrando a su guardián con él.
[39] Con todo, el descontento con la autoridad omeya continuó y durante la rebelión abasí, Irak se sublevó en favor de los alzados.