Desde 1725 hasta 1874 el abad era prelado de una jurisdicción vere nullius y cuasi-episcopal.
[1] El origen indirecto de este cargo se encuentra en la compra por parte de Felipe V de una granja a los monjes jerónimos del cercano monasterio del Parral en Segovia.
Posteriormente, por real orden emitida por Isabel II en 1846 su sueldo se fijo en 12.000 reales anuales Según el Concordato de 1851, la jurisdicción del abad se mantuvo, pero se unió a la diócesis de Segovia.
El abad tenía asignado el uso de la mitra y las insignias pontificales.
De forma tradicional desde su fundación hasta mediados del siglo XIX los abades serían nombrados arzobispos titulares in partibus infidelium.