En 1843 dio inicio a un complejo proceso legal entre ella, su hermana Luisa y Antonia Obregón de Camacho.
El juicio se prolongó por mucho tiempo, para 1860, con Antonia fallecida, el pleito pasó a la hija de ésta Manuela Obregón Camacho.
Ángeles llevó el caso ante el juzgado tercero de lo civil, donde el conocido comerciante y prestamista Juan Goríbar había dado una fianza por la cual ya no respondía.
Cristina Soto de Carranza falleció sin poder pagarle 22 801 pesos que le debía, con los intereses pertinentes acumulados desde años atrás.
Por mucho dinero y propiedades que acumulara ella, difícilmente hubiera alcanzado para dejar una herencia importante a una descendencia tan numerosa.