Ángela de Foligno

[1]​ Pero Ángela acabó impresionada por su comportamiento y decidió encomendarse a san Francisco de Asís para encontrar un buen confesor e iniciar una nueva vida.

Al día siguiente del sueño se acercó a la catedral de Foligno para confesarse con el obispo.

Allí se encontró con fray Arnaldo, franciscano, pariente suyo y capellán del obispo.

Ella se lo contó todo, haciéndole prometer que no diría nada a nadie.

Algunos de estos escritos y cartas se recopilaron dando lugar a las Instrucciones.

Como muchas otras escritoras de la Edad Media, se limitó a dictar y luego dar el visto bueno sobre lo escrito.

[7]​ Memorial e Instrucciones se han editado siempre juntos como una única obra.

[8]​ Fue leída y recomendada su lectura por san Francisco de Sales,[9]​ san Alfonso María de Ligorio, Jacques Bénigne Bossuet, François Fénelon y el cardenal Cisneros, que mandó traducirlos al castellano en 1505.

Tiene el carácter de revelación o diario místico, centrado en las experiencias espirituales, y por tanto con lagunas en los hechos cotidianos.

El conjunto de escritos que las componen es muy variado y no está ordenado; hay cartas, relatos autobiográficos, exhortaciones, conversaciones, discursos.

Los dos escritos de Ángela son narraciones espontáneas, confesiones, y no tratados ascético-místicos.

Los treinta pasos del Memorial son un continuo conformarse con Cristo a través de la pobreza, el dolor y la humildad.

Este transformarse en Cristo no solo se realiza en un sentido espiritual e interior, sino que exige también un componente práctico y exterior, que se traduce en el servicio a los pobres,[12]​ y en la participación de la Eucaristía.

[16]​ Esto reunió en torno suyo a sus discípulos, para acompañarla en el último momento de su vida.

Catedral de San Feliciano de Foligno donde Ángela se encontró con fray Arnaldo