Un arúspice (del indoeuropeo *ghere, "entraña", e inspicio, examino; transcribe haruspex del latín) era un adivino etrusco que examinaba las entrañas de un animal sacrificado para obtener presagios en cuanto al futuro.
Una tradición errónea transmitida por Diodoro de Sicilia indicaba que el primer arúspice fue Rómulo.
Los arúspices de Etruria fueron consultados en privado durante toda la República y el Imperio Romano.
Parece que nunca hubo mujeres en el colegio de los arúspices, ni ejercieron jamás esta función.
Por otra parte, en la época republicana tardía, Catón decía que «dos arúspices no podían mirarse sin reírse».
Respecto al incienso, la harina, etc., era su obligación examinar detenidamente cada una de estas sustancias y saber si tenían las calidades que les son propias.