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Iglesia de La Compañía, Quito

La Iglesia y Convento de San Ignacio de Loyola de la Compañía de Jesús de Quito , también conocida en el pueblo ecuatoriano simplemente como La Compañía , es un complejo clerical católico ubicado en la esquina que forman las calles García Moreno y Sucre, en el Centro Histórico de la ciudad de Quito , capital de Ecuador . La fachada de su templo principal está labrada íntegramente en piedra volcánica. A lo largo del tiempo, esta iglesia también ha sido llamada: “ Templo de Salomón de Sudamérica ”. El padre Bernardo Recio, jesuita itinerante, la llamó “ Ascua de Oro ”.

El complejo incluye la Residencia San Ignacio, “Casa Madre” de los jesuitas en Ecuador. Durante la época colonial, esta “manzana jesuítica” albergó al Seminario San Luis, el Colegio Máximo, la Universidad San Gregorio Magno y la Oficina de Misiones de Mainas. Desde 1862 funcionó en la manzana el Colegio San Gabriel.

La iglesia, y su rica ornamentación interna, completamente recubierta de láminas de oro, es uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad y un patrimonio invaluable, tanto artístico como económico, para el país. Fue visitada por el Papa Juan Pablo II , quien presidió una misa en la iglesia el 30 de enero de 1985, en el marco de su visita de tres días a Ecuador. También fue visitada por el Papa Francisco el 7 de julio de 2015, quien rezó allí ante la imagen de Nuestra Señora de los Dolores .

Historia

La historia de la construcción de esta iglesia y su convento, se remonta a los primeros años de la colonia y la llegada de la Orden Jesuita a las tierras de la entonces Real Audiencia de Quito .

Fondo

La Orden de los Jesuitas llegó a la ciudad de Quito el 19 de julio de 1586, con el propósito de establecer en esta ciudad una iglesia, un colegio y un monasterio. En el primer grupo de sacerdotes jesuitas estaban Juan de Hinojosa, Diego González Holguín, Baltasar Piñas y Juan de Santiago.

La mayor parte de los solares para la construcción de iglesias ya habían sido concedidos por el cabildo a los franciscanos , los mercedarios , los agustinos y los dominicos . Sin embargo, en 1587 el cabildo entregó a los jesuitas un terreno en el ángulo noroeste de la Plaza Grande , pero los agustinos mostraron su disconformidad con la decisión; por ello el cabildo optó por establecerlos en otro solar situado en dirección sur a la Catedral. Poco a poco, y con el transcurrir de los primeros años, la orden adquirió mediante compra varios solares aledaños hasta completar una manzana entera de grandes proporciones, que se extendía desde el costado sur del actual Palacio de Carondelet hasta la hoy llamada calle Sucre y desde la calle de las Siete Cruces (hoy García Moreno ) al este hasta la actual calle Benalcázar al oeste.

El problema del terreno adquirido es que estaba atravesado por la quebrada de Zanguña, que bajaba del volcán Pichincha y cruzaba por detrás de la Catedral de Quito , por lo que el sacerdote Marcos Guerra [1] construyó sobre él varios arcos de ladrillo, de tal manera que el suelo quedara al mismo nivel y posteriormente se pudieran levantar sin mayores problemas los edificios del Colegio, la Universidad, la residencia de los Padres, la Casa de los Estudiantes, el Hospital de Ancianos y el Centro de Procuración de las Misiones Mainas en la Amazonía.

En 1622 inauguraron la Universidad de San Gregorio, en el edificio anexo a la iglesia y que hoy constituye el Centro Cultural Metropolitano , con la autorización del papa Gregorio XV , del rey Felipe III de España y de las autoridades de la Audiencia . La universidad fue dotada de modernos laboratorios, de una biblioteca de 20.000 volúmenes que incluso admiraron los miembros de la Misión Geodésica Francesa de 1736, y de un claustro de profesores de primer orden que incluía mentes brillantes como Juan Bautista Aguirre , Bernardo Recio, Caledonio de Arteta, Juan de Velasco y Francisco Sanna, entre otros. En 1630, el nuevo obispo de Quito, fray Diego de Oviedo, escribió al rey Felipe IV : « En esta provincia ha habido Universidad y Estudios Generales de la Compañía de Jesús, con muy eminentes sujetos que han regentado sus cátedras. Hay muchos ingenios notables, y son tan grandes los catedráticos y maestros que tiene en ella la Compañía, que pudieran ser catedráticos en Alcalá ... ».

Es pues, en medio de este escenario de conocimientos y artes, que la iglesia de la Compañía de Jesús de Quito fue tomando forma desde sus primeros bocetos, hasta convertirse en una de las obras maestras del barroco mundial.

Construcción

Iglesia de La Compañía en 1855 [2]
Iglesia de La Compañía en 1930 [3]

En el año 1597 el sacerdote español Francisco Ayerdi se hace cargo de las obras de construcción del templo de la Orden Jesuita en Quito, [1] contando con la ayuda de José Iglesias y José Gutiérrez. Lamentablemente, y a pesar de su buena voluntad, Ayerdi no contaba con los conocimientos necesarios para tan titánica empresa, por lo que se tomó la decisión de sustituirlo en 1605.

Entre 1605 [4] y 1614, el sacerdote italiano Nicolás Durán Mastrilli recibe los planos de la iglesia, que llegan desde Roma y son aprobados por la Compañía; y comienza a ejecutarlos con ayuda del arquitecto vasco Martín de Azpitarte, bajo la dirección de obra del también jesuita Gil de Madrigal (español). [1] Para 1614, parte de la obra ya estaba abierta al culto.

El sacerdote Marcos Guerra llegó de Italia en 1636 para hacerse cargo de la construcción, a la que imprimió los gustos y formas del Renacimiento , estilo en el que tuvo una vasta experiencia antes de convertirse en clérigo. Fue él quien introdujo las cúpulas y bóvedas de cañón , además de las capillas laterales decoradas con cúpulas. A Guerra también se le atribuyen los mejores retablos , la decoración completamente dorada y el púlpito .

Otros jesuitas que colaborarían en la obra a lo largo de los años serían el sacerdote Sánchez, los sacerdotes Simón Schonherr y Bartolomé Ferrer. El sacerdote Jorge Vinterer fue el creador del retablo mayor. En 1722 el sacerdote Leonardo Deubler inició la construcción del impresionante pórtico de piedra volcánica gris , que no pudo terminar porque la obra se suspendió en 1725; finalmente, en 1760, el hermano Venancio Gandolfi reinició los trabajos de la fachada inconclusa , que se concluyó el 24 de julio de 1765. [4] El edificio tiene representaciones de flora nativa y símbolos de los pueblos ancestrales del Ecuador.

Cuenta la leyenda que el rey Felipe IV , que gobernaba España en aquellos años, preocupado por el inmenso coste de la obra, se asomaba a lo alto de las torres de su palacio de El Escorial y miraba al horizonte hacia poniente, diciendo: “ Cuesta tanto la construcción de ese templo, que debe ser una obra monumental; luego, sus torres y cúpulas han de verse desde aquí ”. El soberano no sabía que su valor no era por su tamaño, sino por la belleza de su arquitectura, de su construcción y de sus ricas piedras maravillosamente labradas.

Arquitectura

Fachada
Fachada de La Compañía de Quito

La iglesia, al haber sido construida a lo largo de 160 años y con diferentes arquitectos, maneja cuatro estilos en su arquitectura, aunque predomina el arte barroco . Esto es fácil de apreciar debido a la simetría en el interior de la iglesia, ya que a cada lado de la misma se encuentran el mismo número de elementos; otra de las particularidades de este estilo es el movimiento, producto de la forma en que están diseñadas las columnas principales del templo y el retablo mayor , lo que produce la impresión de que se mueve al caminar dentro de la iglesia. La luminosidad es otra de las particularidades del barroco; los ventanales superiores de la nave principal están colocados con tanta precisión que iluminan toda la iglesia con la luz del sol.

Otro de los estilos que tiene la iglesia es el mudéjar , el cual se caracteriza por las figuras geométricas que se pueden apreciar en los pilares .

El tercer estilo que podemos encontrar en La Compañía de Quito es el churrigueresco , con marcada decoración recargada, y que está presente sobre todo en las rejas de la iglesia. Por último encontramos el estilo neoclásico , que adorna la Capilla de Santa Mariana de Jesús, y que en sus primeros años fue una bodega.

Plan

La planta de la iglesia de la Compañía de Quito, comúnmente comparada con la de la iglesia del Gesù , en Roma , [6] es la de cruz latina inscrita en un rectángulo, propia de la segunda etapa del Renacimiento . Tiene crucero y tres naves sin galerías a lo largo de las capillas: la central, que es alta y está cubierta con bóveda de cañón , y las laterales, que son bajas y están cubiertas con cúpulas. Son estos detalles los que precisamente la diferencian de su homóloga romana, ya que la del Gesù tiene una sola nave y galerías a lo largo de las capillas; de hecho, en lo único que se parecen es en la cúpula sobre el crucero de las bóvedas que cubren la nave de cruz latina.

Naves y transeptos

La nave central, de 58m de largo por 26,5m de ancho, descansa sobre sólidos pilares cuadrados que sostienen los arcos fajones unidos lateralmente por arcos de medio punto, exhibe además balaustrada y lunetos. Las naves laterales, de menor anchura y altura, se enriquecen con pequeñas cúpulas y cupulillos airosos que tamizan la luz en una penumbra sacra. Estas naves albergan seis capillas laterales o retablos, más pequeños que los del crucero, pero de delicada elegancia, variedad irrepetible y un barroco exultante, ya plateresco y churrigueresco . Estos están dedicados, en la nave norte, a San José , El Calvario y San Luis Gonzaga ; mientras que en la nave sur a Virgen de Loreto, la Inmaculada Concepción y San Estanislao de Kostka .

Las capillas laterales, cubiertas con cúpulas, están iluminadas por pequeños ventanales calados, por los que se filtra tenuemente la luz. Grandes arbotantes descargan el empuje de la bóveda central sobre los fuertes muros exteriores de cal y piedra que delimitan la iglesia. Las tres naves están separadas por dos hileras de pilastras, sobre las que se apoyan arcos y sobre estas, los muros de la nave central con los ventanales necesarios para la iluminación. El material empleado es piedra para los muros y pilastras , y ladrillo para los arcos y bóvedas .

El crucero , de 26,5 m de ancho, ostenta una imponente cúpula de 27,6 m de altura y 10,6 de diámetro, decorada interiormente con pinturas, ornamentos, medallones con figuras de arcángeles y cardenales jesuitas. Las doce ventanas iluminan alegremente las decoraciones y la balaustrada que recorre el tolobato . En los dos extremos del crucero se alzan los retablos gemelos , de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier , de enormes dimensiones y exquisita factura barroca.

Cúpulas

Vista interior de una de las cúpulas.

Las cúpulas , desde el exterior, parecen aplastadas porque no se levantan plegando el capitel, como era la costumbre muy utilizada por los arquitectos de la segunda época del Renacimiento . Sin embargo, la del crucero se muestra airosa sobre un tolobato calado con ventanas en arco en zigzag, separadas por pilastras jónicas gemelas, coronada con su elegante linterna de doce luces y que destaca sobre una techumbre adornada con barbacanas, curiosa reminiscencia medieval muy utilizada en la arquitectura quiteña de los siglos XVII y XVIII, cuando no se la recordaba en España.

Fachada

Detalle de la fachada de La Compañía de Quito
Puerta del portal

La característica fachada exterior de La Compañía de Quito está labrada íntegramente en piedra andesita ecuatoriana, y se inició en 1722 bajo las órdenes del presbítero Leonardo Deubler, pero la obra fue suspendida en 1725 y luego reanudada en 1760 por el presbítero Venancio Gandolfi, quien la terminó en 1765. Según José María Vargas: " La simple comparación de fechas explica la diferencia de estilos entre el cuerpo de la iglesia y la fachada. Mientras que la estructura del templo delata la influencia renacentista, que el presbítero Marcos Guerra trajo a Quito desde Italia ; en la disposición del frontispicio , se atiende al dinamismo barroco del siglo XVIII, que Bernini inició con las columnas salomónicas del baldaquino de la Basílica de San Pedro en Roma ".

Las columnas, estatuas y grandes decoraciones fueron ejecutadas en la cantera que los jesuitas tenían en la Hacienda de Yurac , en la cercana parroquia de Píntag; el resto del material fue traído de una cantera de la ladera occidental del cerro El Panecillo , junto a la ciudad. La fachada, tal y como ha llegado hasta nosotros, tiene más de barroco italiano que de plateresco español y, en las altas pilastras, con cierto acento barroco francés .

La puerta principal de acceso está flanqueada por seis columnas salomónicas de cinco metros de altura, estriadas en su tercio medio, derivadas de las de Bernini en el altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro de Roma. Del mismo modo, las puertas laterales están flanqueadas por dos pilares de estilo romano-corintio, todos ellos colocados sobre un estilóbato artesonado con decoración renacentista. Sobre el arquitrabe corre un friso decorado con flores , estrellas , follaje, y sobre éste la cornisa adornada con hojas de acanto , que sigue los resaltes de la fachada alargándose en arco de medio punto para proteger un nicho formado sobre un frontón interrumpido que, sostenido por cuatro querubines, corona la puerta principal y da cabida a una imagen de la Inmaculada Concepción rodeada de ángeles y querubines. En lo alto del nicho, otro frontón de menor tamaño contiene al Espíritu Santo en su símbolo de paloma.

El segundo cuerpo, situado en la parte superior del anterior, está formado por un enorme ventanal central adornado con un frontón quebrado para recibir una gran cartela de conchas y frondas con una leyenda dedicada a San Ignacio, patrón de la orden jesuita: "DIVO PARENTI IGNATIO SACRUM" . El frontón se apea sobre modillones de hojas de acanto, y entre ellos una cartela ornamental de gusto plateresco remata la composición del ventanal. Éste se encuentra flanqueado por riquísimas pilastras cuyo capitel presenta una sola hilera de hojas de acanto ( la superior ), decoradas y compuestas a la manera en que los orfebres y ebanistas franceses del siglo XVIII componían y decoraban muebles y objetos preciosos; es decir, con estrías horizontales y grandes espejos decorados en su centro. Sobre ellas corre un entablamento que recuerda al primer cuerpo, y remata el conjunto en un tímpano semicircular intercalado para encajar un gran modillon en el centro, sobre el que destaca la cruz jesuítica de bronce brillante, sobre el característico espigón de la crestería . Toda la portada defiende una techumbre revestida de azulejos de medio mogote .

El frontispicio enmarca, entre sus pilastras y columnas, los nichos en los que se exhiben las estatuas de cuerpo entero de San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, San Estanislao de Kostka y San Luis de Gonzaga. En los muros laterales, junto a la ventana, se encuentran las de San Francisco de Borja y San Juan Francisco Regis . También se pueden ver los bustos de los apóstoles Pedro y Pablo junto a la puerta principal; y en el dintel de las puertas laterales, los Corazones de Jesús y María, que dan fe de la antigüedad de la fe y el culto del pueblo quiteño a los Sagrados Corazones.

cruce de calle

La cruz de la calle

La cruz de piedra que se aprecia en el costado sur exterior, sobre la línea de fábrica de la vereda, estaba anteriormente unida a la iglesia por un bello parapeto que cerraba el atrio. Su base, con sus maravillosas molduras y magníficas proporciones, la convierten en un verdadero monumento arquitectónico, digno de contemplación y estudio. Con razón, al hablar de la iglesia de la Compañía de Jesús en Quito, el ilustre artista italiano, Giulio Aristide Sartorio, dice: “Edificios completos, como el de la Compañía de Jesús en Quito, son todavía raros en el Viejo Continente”.

Campanario desaparecido

El campanario, que se vino abajo tras el terremoto de 1859, debió corresponder plenamente a la grandeza de la iglesia, con su altura de 180 brazos que la convertía en la más alta de la ciudad. Éste fue recompuesto años después, devolviéndole su estilo medieval tan particular; además, otro terremoto en 1868 lo agrietó tanto que no hubo más remedio que deshacerlo hasta la altura de la barbacana . Las campanas que un día sonaron en la torre se encuentran hoy en una sala anexa a la iglesia, abierta al público para que puedas admirarlas. Se trata de un conjunto de seis campanas de diversos tamaños y pesos, la más grande pesa 4.400 libras; mientras que la más pequeña y antigua pesa 140 libras.

Interiores

Vista del techo

La mayor característica de la decoración interna de La Compañía de Quito son sus formas muy barrocas en madera de cedro tallada, policromada y bañada en pan de oro de 23 quilates sobre fondo rojo. [7] [4] Destacan sobre todo el retablo mayor, en el ábside, y el púlpito ricamente decorado.

Retablo mayor y cúpula

El retablo primitivo era un símil de la fachada principal, propio del sistema constructivo de estilo barroco; y el que actualmente se aprecia mantiene la mayor parte de esos rasgos. Cuando comenzó a levantarse, quisieron hacerlo de piedra y ladrillo, sólo en 1735 cambiaron el diseño a madera, con las directrices del hermano jesuita Jorge Vinterer, de origen alemán y cuya talla tardó diez años (1735-1745). En enero de 1745, el célebre artista Bernardo de Legarda, firmó un contrato con el Padre Rector de la Orden de los Jesuitas mediante el cual se comprometía a “Emprender la obra del dorado en el sagrario del altar mayor de la Iglesia de la Compañía”. Legarda fue el encargado de colocar las láminas de pan de oro, y su intervención duró otros 10 años, es decir que la obra total del retablo tardó finalmente veinte años (1735-1755).

Sobre la cornisa se alza el segundo cuerpo, muy similar al anteriormente descrito; sus columnas salomónicas no están estriadas en su tercio inferior como las anteriores, y se han eliminado las hornacinas circulares sobre las hornacinas de grandes dimensiones, que se reproducen en ese cuerpo exactamente como las encontramos en el cuerpo inferior del retablo. En lugar de esas hornacinas se han colocado unas repisas, a modo de derramamiento de un frontón, sobre las que se extienden dos figuras rampantes, destacando sobre el fondo de una ventana. El sagrario del primer cuerpo se sustituye en éste por una gran hornacina cuya bóveda pasa al tercero, donde queda flanqueada por cuatro pequeñas hornacinas ovaladas. Sobre este último cuerpo se sitúa la cornisa final que sirve de imposta al doble frontón interrumpido, en cuyo interior un grupo de ángeles sostiene en sus manos una enorme corona. El fuste de las columnas salomónicas del segundo cuerpo del retablo presenta seis espirales, lo que indica una estricta observancia de los preceptos, entonces flamantes, de Viñola; Por otra parte, la del primer cuerpo tiene siete, si se cuentan las estriadas.9

Los nichos contienen figuras de los santos fundadores de comunidades religiosas como San Francisco de Asís , Santo Domingo de Guzmán , San Agustín , San Luis Gonzaga , Santa Mariana de Jesús de Paredes y San Ignacio de Loyola . En la parte superior está adornado por una corona simbólica de la Iglesia Católica, con la composición escultórica del Espíritu Santo, Dios Padre, Dios Hijo, así como las figuras de la Virgen María, San José y la Santísima Trinidad. Todo forma un único conjunto escultórico donde se unen lo divino y lo terrenal, atribuido a Severo Carrión (a excepción del Niño Jesús, tallado por José Yépez).

Púlpito

Otra pieza interesante dentro de La Compañía de Quito es el púlpito, ubicado en el costado norte de la arquería del templo. Bellamente tallado, contiene 250 pequeños rostros de querubines y figuras de los evangelistas Mateo, Lucas, Marcos y Juan, así como de los santos jesuitas San Ignacio de Loyola y Francisco Javier. Un elemento especial es el niño Cristo Redentor de origen europeo.

Presbiterio

Nave principal

Los muros laterales del presbiterio están revestidos con revestimiento de madera, con dos galerías caladas sobre medias pilastras que flanquean las puertas de salida; todo ello repleto de profusa decoración floral estilizada. Sobre las galerías se abre un vano en arco de medio punto, en cuyo interior se aprecian diversos elementos arquitectónicos, formando un pórtico con frontón interrumpido, sobre el que se abre un ojo de buey que ilumina el presbiterio. Entre este conjunto y el retablo se sitúan, a lo largo del muro, catorce óleos con los bustos de Jesús, María y los doce apóstoles , formando parte integrante de la decoración del revestimiento. La cúpula que cubre el presbiterio está decorada con estuco. Toda la decoración del presbiterio presenta una completa unidad en su variedad de formas, habiéndose empleado como motivo principal la serpentina y la follajes de acanto, que fueron tratadas con tanta preferencia y extrema delicadeza en la época renacentista.

Naves laterales

Vista desde el altar mayor, con la puerta principal interior al fondo

Las naves laterales están formadas por ocho capillas abovedadas, cuadradas, con cúpulas rebajadas sobre pechinas y comunicadas entre sí por grandes arcos. Las dos últimas capillas tienen dos inmensos cuadros llamados El Infierno y El juicio final , pintados por fray Hernando de la Cruz en el año de 1620. Las demás tienen retablos, todos de estilo churrigueresco y similares en su organización arquitectónica de dos cuerpos, uno inferior sobre un gran estilóbato y compuesto por una hornacina central, flanqueada a cada lado por una columna salomónica ; y otro superior con una hornacina central, flanqueada también por dos columnas salomónicas y dos hornacinas laterales o cualquier panel decorativo. No hay en estos retablos espacio, por pequeño que sea, que no esté cubierto de labor ornamental; el interior mismo de las hornacinas es un emporio de follaje; los entablamentos, un juego de molduras realzadas con filetes de nácar, huevos, flores, dardos, gallones, guirnaldas y mil filigranas ; Columnas salomónicas, puro entramado de sarmientos y, algunas de ellas, asas de pájaro. La presentación de todo ese aparato decorativo, exagerado y todo, es de tal filigrana que sólo suaviza la rugosidad de las formas arquitectónicas, sin destruirlas ni absorberlas.

Puerta principal interior

La puerta principal interior de la iglesia es obra del siglo XVIII y cuenta con tallados muy elaborados. Tiene pilastras, a las que se adosan seis columnas salomónicas, que descansan sobre un basamento con modillones. En medio de su decoración superior, que alcanza los 12 metros de altura, tiene un nicho que alberga la representación de San Juan Bautista niño sobre una repisa. Durante la época colonial, esta mampara cumplía dos funciones principales: la primera era impedir la entrada o salida de sonido, para que no molestara a los feligreses durante la misa; y la segunda era impedir el ingreso de indígenas que no estuvieran bautizados.

Coro

Detalle del órgano, en el coro.

Situado sobre la mampara se encuentra el coro de la iglesia, sostenido por las pilastras de la anterior. El antepecho es una retícula de grandes rosetones serpentinos separados entre sí por estatuillas policromadas que representan niños desnudos, limitado en su parte inferior por un meandro arabesco y en la superior, por una doble cornisa. En este lugar se encuentra un órgano (el segundo más grande de Quito que aún funciona) fabricado en Estados Unidos en 1889. Tiene 1.104 tubos que funcionan como un fuelle manual que permite elevar el sonido. Este instrumento solo se utiliza en festividades especiales.

En el techo, bajo el piso del coro y entre la mampara y la puerta a la calle, que forman una especie de vestíbulo de entrada, encontramos un escudo con el emblema de los jesuitas, discretamente ornamentado que sólo puede ser visto por quien levanta la mirada al ingresar al templo por el portón principal del primer piso.

Pinturas

Pinturas
Pinturas de la Escuela Quiteña

La Iglesia de la Compañía es una verdadera pinacoteca colonial; exhibe sólo en los muros de la iglesia (sin contar el monasterio) una cantidad de 21 óleos pequeños, 15 medianos, 74 grandes y 2 enormes. Los pilares, los muros entre retablos, los muros del presbiterio, la sacristía, todo está vestido de óleos y muchos de ellos tienen preciosos marcos barrocos dorados. También encontramos la pintura mural que adorna los arcos y bóvedas de las naves laterales; entre la pintura mural hay óvalos con imágenes en relieve o apliques de santos. Todas obras de los más famosos artistas de la Escuela Quiteña , una de las más exquisitas de la época colonial en América. Por eso hay varios conjuntos que merecen ser nombrados.

Los cuatro evangelistas

La cúpula central, magnífica en sus proporciones y ornamentación, tiene diez metros de diámetro y arranca de un tambor que descansa sobre cuatro pechinas adornadas con volutas que rodean grandes medallones elípticos con moldura trenzada, en cuyo interior se ha representado en madera policromada y en medio relieve la imagen de los cuatro evangelistas : Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

Un friso de uvas serpenteantes y otro dividido en paneles limitados por un pequeño galón y compuesto por un mascarón de proa entre dos águilas con las alas abiertas, unen las pechinas y los arcos con una balaustrada de madera apoyada sobre una cornisa que corre por encima del tambor, en el que doce grandes ventanales dan luz a la cúpula y permiten admirar su decoración.

Los cardenales de la Compañía de Jesús

El arranque de la cúpula central está decorado con las figuras pintadas de doce ángeles de gran tamaño, y sobre este primer círculo decorativo discurre otro compuesto con los retratos de los Cardenales de la Compañía de Jesús anteriores a la construcción de la iglesia, y de tres de sus primeros Arzobispos. Éstos son, en orden cronológico, los padres:

Tanto las figuras de los ángeles como los retratos de los jesuitas están enmarcados en molduras de estuco, elípticas para los primeros, y redondas para los segundos. Cada retrato de los jesuitas reposa sobre una cabeza de querubín, y sobre el círculo que forma el conjunto discurre otro, también con cabezas aladas, que limita la decoración de estuco de la bóveda. Los intersticios que dejan estos detalles se han rellenado con otros motivos ornamentales.

Los dieciséis profetas

Profeta Haboc , parte de la obra Los profetas de Nicolás Javier de Goríbar (siglo XVII)

Las pilastras de la arquería llevan, como parte integrante de su decoración y adosada al muro, una de las joyas más ricas de la pintura quiteña, Los Dieciséis Profetas , obra del gran maestro Nicolás de Goríbar, artista que floreció en la segunda mitad del siglo XVII. Hoy sabemos que los Profetas de Goríbar están inspirados en las láminas de los Profetas, de la Biblia de Venecia (1701) de Nicolás Pezzana. Los cuadros de gran tamaño representan a los 16 profetas bíblicos; tienen rasgos psicológicos propios, vestimentas apropiadas de gran perfección, con paisajes en la parte inferior, mientras que en las esquinas superiores se representan escenas alusivas a la profecía de cada uno sobre el Mesías anunciado.

Los profetas que pintó Goríbar son los siguientes:

El padre JM Vargas refuerza esta opinión con palabras autorizadas: “Goríbar conocía muy bien el alma humana y supo representarla en las diversas manifestaciones que determinan la edad y el estatus social. El dibujo y el modelado de cada personaje muestran una comprensión de su valor religioso e histórico, interpretado con una estructura plástica sobria. El colorido es notablemente transparente, incluso en esos tonos oscuros, serios, de difícil ejecución. Casi todos los profetas dialogan con el espectador y le indican con el dedo el motivo de su profecía… ”.

Otras obras

El infierno del padre Hernando de la Cruz (siglo XVII)

Además de estos grupos pictóricos citados anteriormente, existen otros entre anónimos, atribuidos y firmados: [7]

Del Padre Hernando de la Cruz:

De Joaquín Pinto:

De Jean de Morainville:

Anónimo:

Esculturas

Detalle de un pilar

Por todas partes brota la talla de guirnaldas, hojas, flores, frutos, grecas e incrustaciones. Encontramos todo un ejército de ángeles, querubines, arcángeles y serafines que revolotean alegremente en el cielo de La Compañía de Quito, a través de retablos, cornisas y frisos. En cuanto a la imaginería de los santos, la mayoría de estas esculturas son anónimas, con excepción de las siguientes: [7]

Del Padre Carlos:

De Severo Carrión:

De José Yepez:

Desde Carrozas de Barcelona

De Leonardo Deubler:

Todas las esculturas de piedra andesita encontradas en la puerta exterior del templo.

Tesoros sagrados

A pesar de que con la expulsión de los jesuitas en 1767, ordenada por el rey Carlos III de España debido a las conspiraciones políticas de los religiosos contra la Monarquía Ilustrada, muchos de los tesoros de la orden fueron subastados o llevados a España, donde hoy son piezas importantes en museos e incluso en varios de los Palacios Reales de Madrid, hay dos que han permanecido inamovibles a través del tiempo: los restos de Santa Mariana de Jesús y el Cuadro del Milagro de la Virgen de los Dolores.

Restos de Santa Mariana de Jesús

Fiel visitante de La Compañía durante toda su vida, Mariana de Jesús Paredes y Flores fue incluso miembro de la Cofradía de esclavas de Nuestra Señora de Loreto , que tenía su sede en esta iglesia. Tras morir a los 26 años, ofreciendo su vida a Dios por los quiteños, es sepultada a los pies del altar de esta Virgen como siempre lo deseó.

Cuando fue beatificada en 1850, se construyó una Capilla en el costado sur del Presbiterio, donde sus restos fueron depositados en una rica arqueta de bronce labrada en París por orden del presidente Gabriel García Moreno. En 1912, el arzobispo Federico González Suárez pagó por una hermosa arqueta gótica de plata dorada como relicario para las cenizas de Mariana. En la Capilla se labró un retablo neoclásico, que está presidido por la estatua de Mariana de Jesús, obra del escultor barcelonés Flotachs. La capilla está decorada con varios lienzos atribuidos a Joaquín Pinto sobre la vida de la entonces beata. En 1950, el Papa Pío XII proclamó la santidad de Mariana de Jesús; luego el arca con sus restos son depositados bajo el altar mayor, donde actualmente se conservan; y se realiza la consagración de la iglesia de La Compañía al nombre de la primera santa ecuatoriana. Se trata, pues, de La Compañía de Quito, Santuario Nacional de Mariana de Jesús, declarada en 1946, por la Asamblea Nacional Constituyente, como Heroína Nacional . [7]

Cuadro del Milagro deNuestra Señora de los Dolores

Desde principios del siglo XX, otro tesoro inesperado enriqueció el templo de La Compañía de Quito, y el entonces adyacente Colegio San Gabriel: el prodigio del Cuadro de los Dolores, que presidía el comedor del internado. La noche del 20 de abril de 1906, 35 niños cenaban en el comedor antes de retirarse a sus habitaciones, cuando, atónitos, varios de ellos notaron que supuestamente la imagen del cuadro de Nuestra Señora de los Dolores (52 cm de largo por 40 de ancho) colgada en la pared, abría y cerraba los ojos repetidamente. Creyeron que se trataba de una ilusión óptica, una fantasía; y entonces llamaron a otros chicos, que vieron lo mismo. Inquietos, avisaron al Padre y al Hermano que estaban observando la cena; se acercaron incrédulos, pero observaron el mismo prodigio, que dura unos quince minutos con la imagen del cuadro abriendo y cerrando los ojos, ante los niños y los clérigos.

La estampa era una lámina de cartón, litografiada en París (Turgis Fils. 55 rue de St.Placide), que había traído a Quito un comerciante en artículos religiosos, y los ofrecía. La noticia del supuesto milagro se extendió por la ciudad, la gente se conmovió; pero la autoridad eclesiástica, que era, debido a la sede vacante, el Vicario Capitular, Monseñor Ulpiano Pérez Quiñónez, ordena retirar el cuadro y no dar publicidad alguna al caso, hasta que se hagan primero las averiguaciones necesarias. La cosa fue examinada por eclesiásticos, religiosos y peritos profesionales, excluyendo a los jesuitas; se escuchó la declaración, uno a uno, por separado, de todos los colegiales, del Padre y del Hermano, y de los empleados que vieron el milagro: todos los testimonios fueron unánimes, concordantes, simples o ingenuos, como niños entre 10 y 17 años. Después del serio examen, la autoridad eclesiástica emitió un decreto con tres puntos:

Luego se construyó una capilla para el cuadro en el Colegio San Gabriel; y cuando en los años 70 se construyó la nueva sede del Colegio al norte de Quito, se colocó a su lado una espléndida iglesia de líneas modernas, que sería sede de la Parroquia de la Dolorosa. Lo que fue comedor de los colegiales y lugar del milagro se ha convertido en santuario, capilla enriquecida con finas tallas de madera donde un facsímil del Cuadro Milagroso marca el lugar exacto de los hechos y atrae las visitas de los devotos.

Véase también

Galería

Referencias

  1. ↑ abc Fernando Arellano (1988). El arte hispanoamericano. Universidad Católica Andrés. pag. 210.ISBN​ 9802440175.
  2. ^ "Iglesia de La Compañía". enciclopediadelecuador.com . 1855.
  3. José Gabriel Navarro (1930). La iglesia de la Compañía en Quito. Madrid. pag. 20. {{cite book}}: |website=ignorado ( ayuda )Mantenimiento de CS1: falta la ubicación del editor ( enlace )
  4. ^ abc Ioannis Vayas; Federico M. Mazzolani (2021). Protección de construcciones históricas: Actas de PROHITECH 2021. Springer Nature . pág. 526. ISBN 978-3030907884.
  5. José Gabriel Navarro (1930). La iglesia de la Compañía en Quito. Madrid. pag. 16. {{cite book}}: |website=ignorado ( ayuda )Mantenimiento de CS1: falta la ubicación del editor ( enlace )
  6. ^ Evelia Peralta ; Rolando Moya Tasquer (2003). Quito: patrimonio cultural de la humanidad. MRE Ecuador. pag. 75.ISBN 9978300023.
  7. ↑ abcd José Luis Micó Buchón (2003). La Iglesia de la Compañía de Quito. Fundación Pedro Arrupe, Residencia de San Ignacio. ISBN 9978427023.

Bibliografía

Enlaces externos

0°13′15″S 78°30′50″O / 0,22083, -78,51389