Su padre era un oficial militar, que, sin embargo, se dedicaba a tocar el violín, y su madre había cantado en los escenarios.
Su padre le animó insistentemente a componer y Weber escribió varias obras que, sin embargo, no perduraron.
Tres años después, la familia volvió a Salzburgo, y Weber reanudó sus estudios con el hermano de Haydn.
En este puesto adquirió grandes conocimientos escénicos, que le convirtieron con el tiempo en el compositor con mayor dominio de las técnicas teatrales.
En Múnich se interpretó la ópera Abu Hassan que había escrito en los años anteriores, y por fin una obra suya tuvo una acogida favorable por el público.
Aun así, no aceptó ofertas más ventajosas en otras ciudades, ya que quiso ser fiel a sus compromisos.
Escribió una segunda ópera, Euryanthe, que también cosechó un gran éxito (1823), y compuso otras muchas de sus obras.
Durante estos años se fraguaron, además, los contactos con la élite intelectual del momento, sumergiéndose en los ideales sobre lo bello y lo sublime que caracterizarían a su obra.
También compuso dos misas, ocho cantatas, numerosas canciones y otras obras de diverso carácter.