Participó en la política galesa desde que comenzó a ejercer la abogacía y fue elegido diputado por el Partido Liberal en la Cámara de los Comunes en 1890.
Defendió una política radical en materia social, apoyó el nacionalismo galés y se opuso a la intervención británica en las guerras anglo-bóer.
Conseguiría sacar adelante su posición tras negociar con los sindicatos que tras la guerra Alemania pagaría compensaciones y se la despojaría de sus colonias entre otras concesiones.
Aquello originó nuevas protestas de una militancia sindical que se había disparado durante la guerra.
Aquello daría alas a una nueva revuelta, apoyada por los obispos irlandeses, que promovieron la insumisión.
Poco después del armisticio, convocó elecciones para diciembre de 1918, que ganó con una amplísima mayoría.
Lloyd George dimitió y se convocaron unas elecciones generales que dieron la victoria a los Conservadores.
Finalmente, acabaron dando su apoyo al nuevo gobierno del laborista Ramsay MacDonald.
En 1931, por enfermedad no pudo unirse al gobierno de la gran coalición que se formó entonces.
Como resultado, durante los años 30 Lloyd George quedó al margen de la política británica aunque todavía era famoso a los ojos del gran público.