Angustiado por la posterior vergüenza, anhela obtener una herida —un «rojo emblema del valor»— con la intención de contrarrestar su cobardía.
Comenzó a redactar lo que sería su segunda novela en 1893, para lo cual usó numerosos artículos contemporáneos (por ejemplo, los publicados por Century Magazine) como inspiración.
Los principales temas que la historia explora son la maduración, el heroísmo, la cobardía y la indiferencia ante la naturaleza.
Ante el temor de que la batalla haya sido una causa perdida, Henry deserta en su regimiento.
Avergonzado, Henry escapa hacia un bosque cercano donde luego encuentra un cadáver en un claro tranquilo.
Junto con su regimiento, se encuentra con un pequeño grupo de confederados, y en el enfrentamiento demuestra ser un soldado capaz de luchar en el campo, confortado por el pensamiento de que su anterior cobardía no se presenció, ya que «había llevado a cabo todos sus actos en la oscuridad, y por tanto era aún un hombre».
En la batalla final, Henry funge como el portador de la bandera tras la caída del respectivo escolta.
Declararía que los primeros párrafos del escrito le vinieron «con cada palabra en su lugar, cada coma, cada punto fijado».
[1] Redactando en su mayoría a deshoras y con poca luz, escribía desde medianoche hasta las cuatro o cinco de la mañana.
Dicha versión incluyó las ilustraciones originales de Charles Mozley que aparecieron en la edición inglesa publicada por J. M. Dent & Sons LTD en Londres, en 1971.
[23] Si bien Crane en una ocasión escribió en una carta que «No puedes decir nada [...] a menos que tú mismo estés en esa situación», redactó El rojo emblema del valor sin haber presenciado ningún suceso de guerra.
[24] No obstante, sirvió como periodista bélico durante las guerras greco-turca e hispano-estadounidense.
[34] El rojo emblema del valor emplea un estilo distintivo que con frecuencia es descrito como naturalista, realista, impresionista o una mezcla de las tres.
[38] La interpretación realista del escritor acerca de lo psicológico evocó un eco con los críticos literarios.
Así, un crítico contemporáneo escribió para el The New York Press: «A veces la descripción es tan vívida que es casi sofocante.
[2] Con un intenso uso de ironía, simbolismo y metáforas, la novela da paso a una lectura menos sencilla.
Jim Conklin medita al principio de la novela: «I s'pose we must go reconnoiterin' 'round th' kentry jest t' keep 'em from gittin' too clost, or t'develope'm, or something» («Supongo que tenemos que ir explorando todos estos sitios de alrededor sólo para impedirles que se acerquen demasiado o para hacerles desplegar sus fuerzas o algo así»).
[47] Se han hecho diversas interpretaciones en lo que respecta a significados ocultos en El rojo emblema del valor.
Estas características alegóricas también reposan sobre la oración final del capítulo 9 en la que se refiere al Sol como una «oblea feroz» en el cielo.
Incluso otros dicen que la novela tiene una estructura naturalista, comparándola con la obra de Theodore Dreiser, Frank Norris y Jack London.
Los primeros doce capítulos, punto en el que recibe su imprevista herida, exponen su cobardía.
Dice que Henry no ve las cosas como son; pero tampoco nadie más lo hace».
[57] Al comienzo de la novela, mientras los regimientos avanzan hacia las batallas, el cielo es descrito como un inocuo «azul mágico».
En el capítulo siete, Henry percibe la tranquilidad inexplicable de la naturaleza, «una mujer que siente una honda aversión hacia la tragedia», incluso cuando la batalla se desencadena.
Herbert George Wells, amigo del autor, escribió que la novela recibió una «orgía de elogios» tanto en Inglaterra como en Estados Unidos.
Ciertos críticos relacionaron a la juventud e inexperiencia del escritor como un concepto conflictivo, en vez de impresionante.
[71] A Crane le agradó el hecho de que su novela causara éxito en el ámbito internacional; como muestra le expresó a un amigo suyo: «Sólo tengo un orgullo y ése es que la edición inglesa de El rojo emblema del valor fue recibida [sic] con grandes elogios por parte de los críticos ingleses.
[73] Frederic, quien poco después trabaría amistad con el escritor cuando este último se trasladó a Inglaterra en 1897, yuxtapuso el tratamiento de la guerra que utiliza la novela a aquellos que utilizan Leo Tolstoy, Émile Zola y Victor Hugo, a cuyas obras definió como «positivamente [...] frías e ineficaces» al compararlas con El rojo emblema del valor.
[74] El mismo Crane opinó sobre la novela: «No creo que The Red Badge sea la gran cosa pero la misma temática que maneja intensifica la novela, y el escritor no puede [sic] alcanzar tal intensidad diariamente».
[80] Donald Gibson se refirió a la novela como «avanzada para su tiempo» porque al parecer «no se ajustó a cada una de las nociones contemporáneas sobre qué tenía que ser y hacer la literatura».