Enrique II del Sacro Imperio Romano Germánico le propuso para suceder a Baldrick II en el obispado de Lieja, y el arzobispo de Colonia lo ordenó en noviembre de 1018.
A pesar de estar muy ligado al emperador, tuvieron desacuerdos, sobre todo a raíz de la relación entre la Iglesia católica y el poder estatal, una señal precursora de lo que aconteció a finales del siglo XI con la querella de las Investiduras.
Fue un príncipe-obispo menos político que pastoral y más interesado en el bienestar de los pobres, la liturgia, la devoción a los santos y la reforma de los monasterios.
Fue sepultado en la cripta de la abadía de san Lorenzo,[1] la única parte ya acabada del monasterio todavía en obras.
[2] Pronto fue considerado dentro de la Iglesia católica como santo, y tuvo una devoción popular desde su muerte.