Vicente Capilla y Gil (Valencia, 1767-1817) fue un grabador a buril español.
Formado en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, inicialmente en la pintura donde habría tenido por maestro a Luis Planes,[1] en 1789 obtuvo ya el premio al grabado concedido por la institución, de la que en 1798 fue admitido como académico de mérito.
[4][5] Aunque no se le pueda considerar creador de los programas iconográficos, Vicente Capilla es también autor de láminas de notable complejidad bien sea por el número de sus figuras o por el aparato alegórico del que se rodean, estampas en las que la imagen se pone al servicio del poder.
Es el caso de la portada calcográfica de la Biblia Vulgata, traducida y anotada por Felipe Scío, impresa en Valencia en 1790 por José y Tomás de Orga, en la que Carlos IV, rodilla en tierra, ofrece un ejemplar de la Biblia a la iglesia en figura de matrona rodeada por las virtudes, grabado de Capilla por dibujo de Camarón,[6] o la que por dibujo de Juan Bautista Suñer (1792) representa a Carlos IV como defensor e impulsor del culto a la Inmaculada Concepción, entre Felipe IV y Carlos III que se distinguieron por su devoción al misterio, conforme explicaba la leyenda al pie, junto con los papas y santos que más han hecho por su culto, los presidentes de las sesiones del Concilio de Trento y, en la gloria, acompañando y coronando a la Inmaculada, la Santísima Trinidad y coros de ángeles.
[9] También son obras importantes dentro de su producción dos grabados en relación con la Guerra de la Independencia: la conducción al suplicio de los cinco héroes de Barcelona, una de las seis estampas de la serie dedicada a la conspiración de Barcelona de 1809 por dibujos de Buenaventura Planella, y el retrato alegórico de Fernando VII abierto en 1810, con el monarca aún cautivo en Francia, según una invención del coronel Luis Marchesi largamente explicada en la leyenda, ejemplo bien representativo del arte puesto al servicio del poder, aunque en este caso no se trate del poder constituido y lo que se busque sea reforzar el apoyo popular al Deseado por encarnarse en él el poder legítimo, así querido por la Religión y la Justicia.