El primer descubrimiento fue la venus o dama de Brassempouy, en 1893, por Édouard Piette.
Pero también es común que el resto de las partes del cuerpo aparezcan desdibujadas: los brazos son muy pequeños, los pies apenas visibles y la cara suele ser, por lo general, inexistente.
De cualquier modo, no se ha establecido, aún, relación directa entre estos hallazgos y las venus paleolíticas en sentido estricto.
Siguieron elaborándose hasta el Magdaleniense o sus culturas afines, pero en estos periodos ya adquieren una forma delgada con cambios en las zonas de interés: se detalla la cara, o han evolucionando hacia formas cada vez más estilizadas, incluso abstractas (venus claviformes).
No se pueden citar muchos ejemplos más, ya que muchas de estas estatuillas fueron descubiertas cuando las técnicas arqueológicas eran muy rudimentarias, aunque podemos atestiguar que aparecen tanto en asentamientos al aire libre como en cuevas.
Sabemos, no obstante, que tanto la venus de Willendorf como la de Laussel están pintadas con ocre rojo; esta última aparece asociada a otra que parece su imagen especular y a un hombre con rasgos itifálicos.