Ultimátum polaco a Lituania de 1938

En ambas ocasiones, usó las crisis internacionales para abordar disputas fronterizas que databan de tiempo atrás.

Lituania exigió a las tropas polacas que retrocedieran hasta la línea trazada según lo acordado en Suwałki.

Polonia se negó a reconocer formalmente la existencia de cualquier disputa sobre la región, ya que hacerlo habría significado legitimar las exigencias lituanas.

En esta tarea destacaron la labor del primer ministro lituano Augustinas Voldemaras entre 1927 y 1928 y la que llevó a cabo el ministro de Exteriores Stasys Lozoraitis, quien pidió al presidente Smetona que restableciera los lazos diplomáticos con Polonia.

En esta ocasión, sin embargo, tanto la radio como los periódicos polacos se hicieron eco de la historia y difundieron un sentimiento antilituano.

Se celebraron actos de protesta —en Varsovia, Vilna y otras cuatro ciudades— en los que los manifestantes exigieron una respuesta militar contra Lituania.

[12]​ En la noche del 14 al 15 de marzo, los lituanos propusieron, a través del enviado francés en Varsovia, la creación de una comisión para investigar el incidente y aceptaron las medidas para evitar otros similares en el futuro.

Al mismo tiempo, los diplomáticos lituanos buscaban acercar posturas con las potencias extranjeras en un intento por conseguir apoyo internacional.

La primera versión del ultimátum, esbozada por Edward Rydz-Śmigły, el primer ministro Felicjan Sławoj Składkowski y Jan Szembek,[14]​ contenía seis exigencias:[15]​

Sin embargo, al mismo tiempo, Beck ordenó que se llevaran a cabo los preparativos militares.

Dejó claro, aun así, que no quería verse arrastrada a un conflicto armado.

[14]​ Francia y Reino Unido, preocupados por el Anschluss, presionaron a Lituania para que normalizara su relación con Polonia lo antes posible.

El embajador polaco en la Alemania nazi, Józef Lipski, recibió noticias de estos planes.

[14]​ No obstante, tras una evaluación de la situación, Hitler consideró que intentar hacerse con Klaipėda de inmediato sería poco sensato; deseaba mantener el statu quo hasta que hubiese transcurrido más tiempo desde el Anschluss.

Sus principales propósitos consistían en coordinar una política exterior común y brindarse apoyo diplomático internacional mutuo; no se trataba, pues, de una alianza militar.

De haberlo rechazado, Lituania habría proyectado una imagen desfavorable, de país irracional que se había negado sin ninguna razón a mantener relaciones diplomáticas pacíficas durante dieciocho años.

[26]​ Sin embargo, el general Stasys Raštikis, comandante del ejército lituano, hizo un comentario decisivo: aseguró que una victoria militar contra Polonia sería imposible y se mostró a favor de llegar a una solución pacífica.

[31]​ Polonia anunció que entre sus planes estaba la creación de un bloque neutral conformado por ella misma, Lituania, Letonia, Estonia y Rumanía, cuyo principal objetivo consistiría en hacer frente tanto al fascismo como al comunismo.

La aceptación incondicional hirió el orgullo nacional y minó la reputación del partido.

[26]​ La reprimida oposición aprovechó la oportunidad para volver a poner en marcha sus actividades y formó un grupo llamado Ašis (Eje).

[37]​ Unos días después del ultimátum, tanto Lituania como Polonia designaron a sus embajadores.

Cuando Alemania invadió Polonia en 1939, Lituania mantuvo una política de estricta neutralidad, que le llevó a rechazar varias ofertas alemanas para organizar un ataque conjunto contra Polonia y hacerse con Vilna.

[41]​ Ni Lituania ni Polonia conocían por aquel entonces las cláusulas secretas del Pacto Ribbentrop-Mólotov, firmado en agosto de ese mismo año, en el que alemanes y soviéticos habían acordado dividir la región en esferas de influencia.

En junio de 1940, la Unión Soviética ocupó y posteriormente se anexó Lituania por lo expuesto en el mencionado pacto.

Como se puede apreciar en el mapa, Lituania mantenía varias disputas territoriales en aquella época. Una de ellas fue la que llevó a Polonia a lanzarle un ultimátum en 1938.
La posesión de la ciudad de Vilna (en la imagen, una panorámica actual) era un asunto que enfrentaba desde antaño a Polonia y Lituania. En estas nuevas tensiones desempeñó también un papel protagonista.
Józef Beck, que desempeñaba por aquel entonces el cargo de ministro de Exteriores, completó el texto, que contenía un esbozo de lo que los polacos consideraban una respuesta adecuada.
Mapa de la situación en la región de Klaipėda en el periodo de entreguerras. Una de las principales aspiraciones de los alemanes, que conocían la zona como Memel, consistía en hacerse con ella.
El presidente Smetona se reunió con su gobierno para abordar la posible aceptación del ultimátum. Tuvo que hacer frente a la situación sin apenas apoyo internacional.