Estas plantas suculentas crecen principalmente en suelos de piedra caliza (nunca sobre suelo volcánico), a altitudes de entre 300 y 3300 m s. n. m. Suelen limitarse a hábitats específicos, generalmente hostiles para la mayoría de las plantas, principalmente en zonas rocosas muy drenadas, compuestas de piedra caliza, arenisca, esquisto (neutro o alcalino), o en yeso, a veces tan puro que es casi blanco.Parece casi imposible que plantas tan pequeñas puedan sobrevivir en un entorno de este tipo, sin embargo en las especies que habitan en las zonas secas y expuestas, la raíz es muy gruesa, convirtiéndose en una raíz primaria y actuando como un ancla pero, lo más importante, es un almacén de agua para los períodos secos.Son capaces de retraerse para quedar casi ocultas en la tierra de modo que estén menos expuestas al sol y las espinas con frecuencia se transforman en una estructura semejante al papel para absorber la mayor cantidad de agua.Además, el color de la epidermis y el entrelazado de espinas las mimetizan con el suelo, lo que garantiza una cierta protección frente a posibles herbívoros.[1] La especie tipo es: Turbinicarpus schmiedickeanus Turbinicarpus: nombre genérico que deriva del latín "turbo" = "vértebras" y del griego "καρπός" (karpos) = "fruta", donde se refiere a la forma de la fruta.