Inglaterra se vio obligada a firmar el tratado ya que el parlamento no permitió que se gastara más dinero en la guerra, además, ya tenía conocimiento del Tratado de Dover, firmado en secreto entre el rey Carlos y Luis XIV de Francia, donde el primero le prometía al monarca francés convertirse al catolicismo en cuanto fuera oportuno.
Esto fue aceptado con la condición de que la flota pesquera holandesa no fuera perjudicada en ninguna manera por este derecho.
Estos asuntos no habían sido tomados en cuenta en el Tratado de Breda ese mismo año, un acuerdo uti possidetis.
Además, las islas de Tobago, Saba y San Eustaquio, tomadas por los ingleses en 1672, debían ser devueltas.
Como la paz no pudo ser comunicada rápidamente a todas partes del mundo, varias fechas fueron determinadas sobre cuando debían cesar legalmente las hostilidades.