Descontento con las pérdidas territoriales que le imponía la paz de Utrecht, Felipe V intentó recuperar las antiguas posesiones en Italia: en 1717 las tropas españolas invadieron Cerdeña y Sicilia.
El acuerdo incluía varios artículos en los que Francia se comprometía a restituir las plazas de Fuenterrabía, San Sebastián y Pensacola, tomadas en el transcurso de la última guerra, y a intermediar ante Gran Bretaña para la restitución de Gibraltar a España; ésta, por su parte, devolvería a Francia las plazas tomadas en la Cerdaña.
El 13 de junio del mismo año, con la presencia de William Stanhope, embajador británico en representación del rey Jorge I, Gran Bretaña se adhirió a la alianza franco-española.
Gran Bretaña, Francia y Prusia reaccionaron con la formación ese mismo año de la Liga de Hannover, a la que posteriormente se adhirieron las Provincias Unidas (1726), Suecia y Dinamarca (1727).
En 1726 la flota británica fracasó en su bloqueo de Portobelo, y al año siguiente las tropas españolas asediaron Gibraltar sin éxito.