Después de sus pérdidas en el cabo Finisterre en octubre, la armada francesa ya no podía proteger sus colonias o sus rutas comerciales.[8] Ante la amenaza de deber continuar la guerra por su cuenta, Austria, Cerdeña, España y Génova se adhirieron al tratado.[9] La mayor parte del tratado se limitó a estipular una vuelta al statu quo ante bellum.[3] Aunque aseguró la paz en Italia (algo a lo que también contribuyó la llegada al trono español de Fernando VI, mucho menos interesado en recuperar la antigua Italia española de su padre), el tratado no terminó con la rivalidad entre Francia y Gran Bretaña en la India y América del Norte, que volvería a estallar en la guerra de los Siete Años (1756-1763).[10] El tratado creó un especial descontento en Francia, donde se había dado por sentado que los Países Bajos Austriacos serían anexionados al país después de haber sido conquistados en una brillante campaña militar dirigida por el conde Mauricio de Sajonia.
Alegoría
del Tratado de Aquisgrán, obra de Jacques Dumont (1761).