El rechazo al fallo por parte de la cancillería boliviana originó también que La Paz y Buenos Aires rompieran sus relaciones diplomáticas.
[2] Asimismo, el Perú y Bolivia estuvieron a punto de entrar en guerra.
Afortunadamente, no estalló el conflicto armado, pues ambos países, el Perú y Bolivia, amistosamente entraron en conversaciones para modificar el laudo del árbitro.
Por medio de este tratado, Bolivia reconocía la soberanía peruana sobre unos 250 000 km² ubicados en la cuenca del río Madre de Dios y el río Purús en la Amazonia,[3] a cambio, el Perú reconoció la soberanía boliviana sobre la zona de la región del Acre situada al sur del río homónimo, que comprende 91 726 km².
Un escenario bélico como ese habría resultado fatal para el Perú; y posiblemente se habría cumplido la siempre recurrida amenaza de que Bolivia recuperara su acceso al mar a costa de territorio peruano.
En el periodo conocido como el Oncenio (1919-1930), Leguía se enfocó a resolver los litigios todavía subsistentes con Colombia y Chile, pero los resultados fueron más controvertidos.