La HC, por ejemplo, denominada en muchos manuales TCI, es en realidad un grupo de sialoglucoproteínas inmunológicamente idénticas conocidas como cobalofilinas.
Poseen, sin embargo, diferentes restos de azúcar que les confieren ciertas propiedades químicas particulares.
En los alimentos, la cobalamina se encuentra en forma coenzimática unida de manera no específica a las proteínas.
Una vez en el estómago, la cobalamina es liberada por proteólisis y se une con gran afinidad a la HC formando un complejo que pasa al duodeno.
El complejo FI-Cbl viaja del yeyuno al íleo distal, en cuya mucosa se encuentran unos receptores de cubilina específicos que lo fijan.
Estos hallazgos son compatibles con la evidencia aportada por otros autores, quienes confirmaron la síntesis de TC en las microvellosidades intestinales.
A medida que se descubren nuevos casos, el cuadro clásico del déficit congénito de TC va complicándose.
El déficit de TC es una enfermedad relativamente rara, debido a que su diagnóstico diferencial es poco conocido.