Su etimología en español proviene del latín toga,[5] derivada del término de raíz indoeuropea tegere, con el significado en latín de «cubrir, proteger.»[1][6][7] Se consideraba una prenda formal y, en general, estaba reservada a los ciudadanos.
Cuando las circunstancias lo permitieron, los que tenían derecho u obligación de usarla optaron por prendas más cómodas e informales.
Los magistrados eran elegidos por sus pares y «el pueblo» pues, según la teoría constitucional romana, gobernaban por consentimiento.
Sin embargo en la práctica eran una oligarquía que competía entre sí, reservando el mayor poder, riqueza y prestigio a su clase.
La plebe, que constituía la gran mayoría del electorado romano, tenía una influencia limitada en la política, a menos que fueran apoyados o votados en masa, o a través de la representación de sus tribunos.
La praetexta de borde púrpura que usaban los jóvenes nacidos libres reconocía su vulnerabilidad y santidad ante la ley.
[32][33][17][n 2] Las jóvenes que se ponían la praetexta en ocasiones formales la abandonaban tras la menarquia o el matrimonio y adoptaban la stola.
Solamente un romano de clase superior, un magistrado, habría tenido lictores para despejar su camino, e incluso así usar una toga era un desafío.
Debe estar bien arreglado, pero no excesivamente; sin peinar el cabello, luciendo joyas o cualquier otra perversión «femenina» que desluzca la apariencia apropiada de un hombre romano.
Aulo Gelio afirmó que los primeros romanos, famosos por ser duros, viriles y dignos, habían usado togas sin ropa interior, ni siquiera una túnica.
Ordenó que cualquier espectador con ropa oscura (o de colores o sucia) fuera enviado a los asientos posteriores, tradicionalmente reservados para los que no tenían toga, mujeres comunes o corrientes, libertos, extranjeros de clase baja y esclavos, reservando los asientos más honorables, frente a la sala, para senadores y équites; así había sido siempre, o como se suponía que debía haber sido, antes del caos de las guerras civiles.
[64] Algunos romanos creían que en épocas anteriores ambos sexos y todas las clases sociales usaban la toga.
[66] Este uso de la toga parece excepcional, pues a todas las demás personas catalogadas como «infames y despreciables» tenían prohibido explícitamente su uso.
En este contexto, las fuentes modernas entienden la toga (o tal vez simplemente la descripción de mujeres particulares como togata) como un instrumento de reversión y reorientación; una mujer respetable (vestida por tanto con stola) debe ser recatada, sexualmente pasiva, modesta y obediente, moralmente impecable.
Los romanos creían que en los primeros tiempos de Roma sus militares habían ido a la guerra con togas, echándola para atrás y atándola alrededor del cuerpo durante la acción, un gesto que se conocía como cinctus Gabinus.
Durante la campaña macedonia del año 169 a. C., el ejército recibió 6000 togas y 30 000 túnicas.
[75] En el estereotipo literario, los civiles son intimidados sistemáticamente por soldados fornidos, inclinados a propasarse.
Cicerón, habiendo perdido el apoyo siempre vacilante de Pompeyo, terminó abocado al exilio.
[73][78] El patrocinio (patrocinium)[n 11] era un elemento fundamental de la política, los negocios y las relaciones sociales romanas.
Un cliens tiene que estar a disposición de su patrocinador para realizar cualquier «trabajo togado» que se le requiera y el patrón puede incluso solicitar que se le llame domine (señor, o amo); un cliente-ciudadano équites, superior a todos los mortales menores en virtud de su rango y vestimenta, puede así estar próximo a la vergonzosa condición de servidumbre dependiente.
Cuando el patrocinador sale de su casa para llevar a cabo sus negocios del día en los tribunales, en el foro o en cualquier otro lugar, escoltado (si es un magistrado) por sus lictores togados, sus clientes deben formar parte de su séquito.
Cada cliente togado representaba un voto potencial;[n 12] para impresionar a sus compañeros e inferiores, y mantenerse a la cabeza de la competencia, un patrocinador debe tener tantos clientes de alta calidad como sea posible, o por lo menos debía parecerlo.
Marcial tenía un patrocinador que contrataba una multitud (grex) de clientes falsos con togas, y luego empeñaba su anillo para pagar su cena.
[95] La toga tradicional estaba confeccionada con lana, material que se creía que poseía poderes para evitar el infortunio y el mal de ojo; la toga praetexta (utilizada por magistrados, sacerdotes y jóvenes nacidos libres) era siempre de lana.
[98] Ross (1911) utilizó un diseño aproximadamente semicircular con una extensión rectangular para simular las togas más largas y complejas de la era imperial tardía.
El sinus (literalmente, bahía o ensenada) aparece en la era imperial como un pliegue suelto, colgado desde debajo del brazo izquierdo, hacia abajo a través del pecho y luego hacia arriba hasta el hombro derecho.
Su peso y fricción añadidos ayudaban (aunque no muy eficazmente) a asegurar la tela de la toga en el hombro izquierdo.
A medida que se desarrolló la toga, el umbo aumentó de tamaño.
Cuando no se utilizaba requería un almacenamiento cuidadoso en alguna clase de prensa o percha para que permaneciera en su posición correcta.
Ahora se esperaba que los équites vistieran el pallium y los senadores la paenula como vestimenta pública adecuada.