Como princesa imperial elegible, fue considerada como posible novia para el futuro emperador Otón III en 996,[2] pero tras la muerte de su tío Basilio II y de su padre, ambos sin hijos varones, se vio obligada a ocupar el centro de la política imperial[3]: 265 .
Con un carácter austero y fuerte, rechazó la mano del supuesto heredero, el futuro emperador Romano III, que fue desposado entonces con su hermana Zoe en 1028.
Y aunque vivió bastante retirada del mundo, despertó los celos de Zoe, que la confinó en un monasterio pretextando una supuesta conspiración.
Gracias a su administración firme, controló a los nobles rebeldes y acabó con muchos abusos, pero menoscabó su reputación por la excesiva severidad hacia sus enemigos privados y por el indebido uso de sus sirvientes como consejeros.
Pero este no tenía ninguna relación con la familia que había gobernado el Imperio durante los anteriores 189 años (867–1056), y por ello no se consideró que tuviese derecho al trono.