Teatro isabelino

Shakespeare le dedica a Jacobo I algunas de sus obras principales, escritas para celebrar el ascenso al trono del soberano, como Otelo (1604), El rey Lear (1605), Macbeth (1606, homenaje a la dinastía Estuardo), y La tempestad (1611, que incluye entre otros una "mascarada", interludio musical en honor del rey que asistió a la primera representación.)

En esta época de intercambios culturales creció el interés hacia las humanae litterae y por lo tanto, hacia Italia, donde los intelectuales huidos de Constantinopla (1453) habían llevado consigo antiguos manuscritos de los grandes clásicos griegos y latinos haciendo surgir un interés sin precedentes por la antigüedad greco-romana y los estudios del idioma hebreo.

Pero fue la versión italianizada, donde el mal se representaba con toda su intensidad, lo que gustó a los dramaturgos isabelinos y encontró el interés del público.

Un drama muy ligado a los efectos escénicos y que se apodera de las emociones más violentas se asocia entonces a las pasiones del amor más morboso: el cuadro antiguo pintado con mano sutil es restaurado con trazos tan gruesos que casi ocultan el toque del artista.

No es por casualidad que los mismos dramaturgos renacentistas trabajasen contemporáneamente con obras del tipo "mixto", como las "pastorales" o las "tragicomedias", fusión de comedia y tragedia, juntando lo trágico, lo cómico y lo novelesco.

El verso blanco juega una parte no menor confiriendo a la poesía la espontaneidad de la conversación y la naturalidad del recitado.

Fue sobre todo gracias a la renuncia a las reglas que el teatro isabelino pudo desarrollarse de aquellas formas nuevas en las cuales Shakespeare, Beaumont, Fletcher, Marlowe y muchos otros encontraron campo fértil para su genio.

Al final Claudio se alza, disgustado y aterrorizado, dejando la corte.

Que el teatro isabelino en general y Shakespeare en particular se anticiparon a su tiempo parece demostrado, afirmó Anthony Burgess, por el éxito de las trasposiciones cinematográficas y de las dramatizaciones televisivas, casi como si aquellos dramas hubieran sido escritos para nosotros.

Paradójicamente, tal adaptabilidad al cine parece deberse a que el origen del teatro isabelino se encuentra en géneros dramáticos medievales, como los misterios, los milagros y las moralidades, representaciones de carácter popular que se desarrollaban primero en las iglesias y más tarde en las grandes plazas o en las ferias.

El actor isabelino recitaba en el medio, no delante de la gente: de hecho, el escenario se "adentraba" en una platea que lo circundaba por tres lados (solo la parte posterior se reservaba a los actores quedando a resguardo del edificio).

Como en la Edad Media, el público no era simple espectador, sino que participaba en el drama.

Con la creación del Salisbury Court Theatre en 1629 el público de Londres tenía seis teatros entre los que elegir: tres que sobrevivían de la época de los grandes teatros "públicos" al aire libre, el Globe, el Fortune, y el Red Bull, y tres teatros "privados", más pequeños y cerrados.

Incluso el lenguaje teatral refleja esta exigencia, enriqueciéndose con registros muy variados y adquiriendo gran flexibilidad de expresión.

Emplear a actrices estaba prohibido por la ley, y así se mantuvo durante el siglo XVII, incluso bajo la dictadura puritana.

El Consejo Real tenía que dar el visto bueno a todas y cada una de las obras ya que existía la censura respecto a temas morales como el sexo, la maldad, las manifestaciones contra Dios, la Iglesia, etc.

No todos los dramaturgos se corresponden con las imágenes modernas de poetas o intelectuales.

[7]​ Dado que los dramaturgos ganaban poco por la venta de sus obras, para vivir debían escribir muchísimo.

[8]​ Revolucionaría el tipo de personajes que va a poner en escena: sus obras atentarían contra la moral, la corona y la Iglesia.

[9]​ En su época alcanzó gran fama y su teatro se representó con un notable éxito.

Mientras el teatro isabelino conservó su simplicidad estructural, el continental, siguiendo el ejemplo italiano, se hacía dependiente de los efectos especiales (cabe pensar en las maquinarias escénicas e incluso en los autómatas inventados por Leonardo).

De aquí al teatro "ilusionista" moderno solo hay un pequeño paso.

Es cierto que a partir del siglo XX numerosas han sido las vanguardias que han introducido soluciones nuevas (como el Futurismo, el Dadaísmo, el Surrealismo y la Bauhaus), pero rara vez el gran público se ha sentido involucrado en estas iniciativas y puede decirse que al teatro aún le queda mucho camino por recorrer para alcanzar la popularidad del cine o de la televisión.

Este artículo es traducción de la Wikipedia italiana, que señala las siguientes fuentes:

Teatro isabelino.
Otelo y Desdémona, del Otelo de Shakespeare .
Fernando y Miranda, en La tempestad , acto V, Edward Reginald Frampton (británico, 1870-1923).
Escenario del Globe Theatre , pisado por Shakespeare .
Platea del Globe Theatre, vista desde el escenario.
Las galerías.