Por un lado, el espacio público, calles y plazas donde se celebran representaciones religiosas.
En los siglos XVI y XVII abundaba la parte de la «escena múltiple», sea en horizontal o en vertical, que obligaba al espectador a seguir la acción en los distintos cuadros.
Frente al escenario estaba el patio, donde se situaban los denominados «mosqueteros», hombres corrientes, un público alborotador.
En los laterales, las ventanas y balcones más bajos, denominados «aposentos», eran el lugar de la nobleza.
[6] Suele presentarse el teatro barroco como un todo homogéneo que se juzga en bloque, con un concepto creativo y unos supuestos básicos.
Eugenio d'Ors, en sus diálogos de Pontigny, hablaba del Barroco como algo superior a un estilo histórico; para d'Ors, lo barroco sería un estilo de cultura, una constante histórica opuesta a lo clásico.
Los teatros nacionales, que se conformaron durante el siglo XVII, tienen características propias y diversas.
La Dafne (1597-1598), L'Euridice (1600) e Il rapimento de Cefalo (1600) se consideran como las primeras óperas.
[25] En 1642, al inicio de la guerra civil inglesa, la facción puritana del parlamento inglés, hostil a los teatros, ordenó su clausura, que se mantuvo por dieciocho años hasta la Restauración monárquica en 1660, abriendo paso a la comedia de la Restauración, de carácter popular, libertino, frívolo y extravagante en la que destaca el personaje del libertino o wild gallant.
Se trataba de compañías ambulantes que, desde fines del siglo XVI actuaban por toda Europa.
El dramaturgo alemán más conocido podría ser Andreas Gryphius (1616-1664); tomando como modelo el teatro de los jesuitas, al neerlandés Joost van den Vondel y a Corneille, tocó los temas de la fortuna y la vanidad.
Se caracteriza más por el lamento que por la tragedia, por ser más inmanente que trascendente; frente al héroe mítico de la tragedia el Trauerspiel se centra en la figura histórica del monarca como tirano o mártir.
[39] «Lo trágico y lo cómico mezclado [···] harán grave una parte, otra ridícula; / que aquesta variedad deleita mucho.»[40] La libertad formal se expresa también a través del uso que hicieron los dramaturgos de distintos tipos de verso y estrofas como recurso expresivo.
Sus conocimientos técnicos y mecánicos se aplicaron en exhibiciones palaciegas llamadas «fiestas» y en «fastuosos despliegues sobre ríos o fuentes artificiales» denominados «naumaquias», que se solían celebrar en Florencia sobre el Arno o en el palacio Pitti.
Estas sesiones seguían una estructuración fija en la que piezas menores de distintos géneros se intercalaban entre los actos del drama principal, normalmente una comedia o un auto sacramental.
[50] Iniciaba la sesión una introducción musical, tras lo cual se realizaba una loa, un género teatral breve cuyo fin era «establecer un primer contacto entre el público y la comedia».
La loa se fue independizando de la comedia a la que precede, y se utilizaba para elogiar la ciudad donde se representaba la obra, para solicitar silencio en el público, etc. Es el género más funcional de la fiesta teatral barroca, dedicado a permitir el acomodo del público y captar su atención inicial.
[50] La fiesta teatral barroca pervivió, con ligeras variaciones, durante los dos primeros tercios del siglo XVIII.
[53] La definición del auto sacramental como género literario no resulta fácil; una definición tradicional sería «pieza dramática dispuesta en una sola jornada y referente al misterio de la Eucaristía, o escrita para su representación en la festividad del Corpus Christi».
No obstante, en España era costumbre y casi rito desde mediados del siglo XIII este tipo de representaciones dramáticas de temática sacra, entre ellas misterios o moralidades que no son consideradas autos sacramentales.
En los virreinatos aparecían grupos mejor organizados y con un mayor repertorio, que con algo de capital que les permitiese la adquisición de licencias virreinales alcanzaban cierta respetabilidad, así como los primeros corrales abiertos al público.
El teatro resultaba útil a las autoridades como instrumento de difusión del comportamiento y modelos deseados, el respeto al orden social y a la monarquía, escuela del dogma religioso.
Las compañías itinerantes (o «de la legua»), que llevaban el teatro por las regiones que no disponían de locales fijos, en tablados improvisados al aire libre, precisaban una licencia virreinal para poder trabajar, cuyo precio o pinción era destinado a limosnas y obras piadosas.
[57] Con las colonias asentadas y sus territorios suficientemente delimitados, durante el siglo XVII la penetración cultural española fue cada vez más intensa: se impusieron estrictas normas político administrativas, la Inquisición garantizaba una rígida ortodoxia católica y el Barroco, que iniciaba en España una etapa de máximo esplendor literario, se expandía como estilo en Hispanoamérica.
Cabe destacar entre sus obras La verdad sospechosa, una comedia de caracteres que reflejaba su constante propósito moralizante: «¡Qué engañado pensamiento!
Para la representación escribió una loa, tres letras cantadas, dos sainetes y la comedia, que constituyen por sí solos «un muestrario total del teatro barroco mexicano».
[64] El teatro musical breve estaba conformado por expresiones músico-teatrales tales como: tonadillas, sainetes, seguidillas, entremeses, zarzuelas, etc.
La asistencia, organización y comportamiento dentro del Coliseo era más o menos igual en varias ciudades.
Existían diversos pisos, generalmente el último era asignado a los grupos menos favorecidos, más arriba se hallaba la galería o “cazuela” donde se dividían a hombres y mujeres, de este lugar provenía en buena medida el desorden y escándalo, también de ahí provenían los gritos, aplausos o chiflidos y en ocasiones hasta alguna basurilla que arrojaban a los palcos de más abajo.
Otras veces, iba antes o después de la primera jornada y en algunos casos se cantaba inmediatamente antes del baile, aunque esto era poco común.