[3] En El divino Narciso Sor Juana usa un conjunto lírico-dramático para dar vida a los personajes creados.
Sor Juana se aprovecha de un rito azteca, representado por un tocotín,[4] en honor a Huitzilopochtli para introducir la veneración a la Eucaristía y ligar las creencias precolombinas con el catolicismo hispánico.
[5] La obra cuenta con la participación de personajes mitológicos, alegóricos y en menor medida bíblicos.
[7] Sor Juana siente simpatía e incluso aprecio por ellos, pues, contrario a la costumbre de la literatura colonial, no representa a los indígenas como seres irracionales y salvajes.
En el teatro de evangelización en la América colonial, por otra parte, el auto suele revelar también el sacramento del Bautismo.
[16] A la vez, Sor Juana muestra cómo la dulzura de la Religión, caritativa dama española, contrasta ante la firmeza de su marido el Celo, sospechosamente parecido a los conquistadores.