Astor Piazzolla regresó y se estableció en Buenos Aires, queriendo realizar una carrera musical.
Había vivido parte de su infancia en Nueva York y en Mar del Plata.
Agarré el bandoneón y me puse a tocar La última curda.
Ahí intento tocar como Pichuco, rememoro sus dedos, pero no consigo terminar la frase musical, y para demostrar mi impotencia, dejo los dedos puestos y abro el fuelle hasta el final, como si fuese un quejido de desesperación por todo lo que se nos fue con él...[3]En la suite, Piazzolla exploró en cada movimiento alguna de las pasiones de Troilo.
[6] La primera grabación no fue del agrado de Piazzolla, y más adelante realizó otra versión.