Los reclutas debían reunirse en cada departamento y luego trasladarse a Concepción del Uruguay.
Los reclutas carecían de todo: armamentos, vestuarios, vituallas y caballos, ya que poco antes Urquiza había vendido 30 000 caballos al Brasil, para esta misma guerra.
Urquiza pensaba reunir sus fuerzas con las de Wenceslao Paunero, que operaba sobre el río Paraná en Corrientes, e intrigaba sobre el jefe paraguayo Wenceslao Robles, quien había avanzado hasta Goya, y de quien esperaba que se pronunciara contra Francisco Solano López.
Los sentimientos antibélicos de los entrerrianos eran expresados a Urquiza por sus oficiales, que en muchos casos los incentivaban.
[3] López Jordán fue acusado de la deserción y algunos mitristas pidieron a Urquiza su fusilamiento, pero en esa ocasión, el gobierno central se abstuvo de represalias contra los sublevados.
[4] Urquiza reaccionó violentamente ordenando fusilar a todos los desertores que fueran hallados, eso provocó que muchos de ellos huyeran al Uruguay o se presentaran a las divisiones paraguayas.
[6] Luego de la deserción masiva, Urquiza se retiró a su residencia del Palacio San José y participó en muchos negocios como proveedor de carne a los brasileños.
Los 751 reclutas fueron llevados por Urquiza en persona, acompañado solo de dos ayudantes y seis escoltas, desde San José hasta Concepción del Uruguay.